130 libras mojao

130 libras mojao

130 libras mojao.

Juan Vargas Cortés, delegado general de los United Steelworkers (USW) en Med Centro, repite la frase cuando habla sobre su carrera como pelotero. Cierto que ahora la usa chistosamente, pero en su momento marcó un episodio frustrante de su historia deportiva.

Johnny, como prefiere que le llamen, jugó para los Cachorros de Ponce, el equipo semiprofesional de la ciudad. Era lanzador derecho y acumulaba un buen récord. Una tarde de domingo, le tocó lanzar dos partidos enteros y corridos en el estadio Francisco Montaner de la ciudad sureña. Lo usual para la época. Así que se subió a la lomita a hacer lo que ya estaba acostumbrado. Lanzó con gran control, maniató la ofensiva contraria y ganó ambos juegos.

La liga semiprofesional era una de gran calidad. De ahí reclutaban jugadores tanto para la profesional en la Isla como para las Grandes Ligas en Estados Unidos. Los jugadores estaban conscientes de eso y se tomaban sus actuaciones seriamente. La aspiración era subir de liga, trabajar duro y ser una estrella reconocida.

Ese domingo en el que Johnny estuvo formidable, al parque asistió un escucha de los Phillies de Philadelphia a observar a varios jugadores que le interesaban. Como se sabe, los escuchas preparan listas con jugadores preferidos, jerarquizando su interés a tenor con las habilidades del prospecto y las necesidades de la organización que representan. Johnny ocupabael número tres en la lista del escucha, por encima incluso de jugadores que eventualmente destacaron en las Grandes Ligas.

Terminado el segundo partido, el escucha caminó hasta el terreno de juego para hablarle. Teniéndolo cerca, le agarró el brazo al lanzador, apretó su bíceps derecho y le preguntó cuánto pesaba. A Johnny le extrañó la pregunta. El escucha se la repitió. ¿Cuánto pesas? Johnny captó inmediatamente lo que sucedería y contestó: “Peso 130 libras mojao, no me van a firmar, ¿verdad?”. Como quien se sabe mensajero de malas noticias, el escucha elaboró una explicación tratando de suavizar el asunto. Le comentó al jugador que, a pesar de su esfuerzo para convencer al dueño del equipo, éste insistía en la preocupación. Johnny era demasiado flaco.

De nada sirvió el intento del joven jugador para cambiarle la opinión. Estaba flaco porque no se alimentaba bien. Era pobre, pero si lo firmaban la cosa cambiaría. Tendría un salario seguro que le permitiría acceso a una mejor alimentación. Podría entrenarse para ganar fuerza, peso y masa muscular que no le afectara sus lanzamientos. Lógico, ¿no? Pero no funcionó. La decisión estaba tomaba y ese domingo sólo se la comunicaron.

A Johnny no lo firmaron. Así fue como el pelotero, natural del barrio Caracoles de Ponce, vio su oportunidad dorada irse con el viento. Por 130 libras mojao.

Se frustró tanto que dejó el beisbol, aun sabiendo que estaba en la mejor etapa de su carrera. Pero eso no fue disuasivo. Después de tanto esfuerzo y sacrificio, el joven se desencantó. Corría el año 1964.

Johnny decidió darle un rumbo distinto a su vida. Había logrado un diploma como técnico de radiología en el 1959. Terminar sus estudios fue una medida sabia de su parte porque, ante eventualidades no previstas, al menos tendría una alternativa para buscarse un empleo y labrarse una carrera profesional. Atinó.

Además, si bien el rechazo por su escaso peso fue un duro golpe para él, la verdad es que eso no apagó del todo su espíritu competitivo y el amor al deporte que siempre lo ha distinguido. Al contrario, en cierta manera esa experiencia le sirvió muy bien para encausar sus motivaciones y lograr otros triunfos en diversos renglones.

Él nos cuenta que, para aquel entonces, su barrio ya evidenciaba el problema de las drogas y la delincuencia. Era bastante joven, pero tuvo la capacidad de ver y analizar cómo se afectaba su comunidad. Entonces, vio el deporte como opción para impactar la juventud a su alrededor. Johnny no sólo practicaba y enseñaba beisbol, sino softball, voleibol y boxeo en su propio club.

Tanto empeño puso a esa gestión que logró lazos importantes con su propia comunidad y las adyacentes, entre ellas La Playa de Ponce. Así que aquellas 130 libras mojaos que le “impidieron” proseguir con su carrera beisbolera a otro nivel, fueron la propicia motivación para encaminar su activismo comunitario y convertirse en un líder conocido y respetado.

Su primer trabajo como técnico radiológico fue en el antiguo Centro de Diagnóstico y Tratamiento Valentín Tricoche, institución de salud adscrita al Departamento de Salud del gobierno estatal. De ahí, pasó a trabajar al Centro de Diagnóstico y Tratamiento de la Playa de Ponce, la zona donde precisamente él hacía su trabajo comunitario por medio del deporte. Tenía poco menos de 30 años cuando llegó allí.

En ese trabajo organizó un equipo de voleibol femenino y uno unisex de softball. Lo componían compañeros y compañeras de trabajo, incluyendo médicos. De esa manera, Johnny no sólo se perfilaba como un líder de su comunidad, sino también en su taller de trabajo, detalle que posteriormente le sería muy útil en su activismo sindical con la USW.

Durante toda su historia, el Centro de Diagnóstico y Tratamiento de la Playa de Ponce ha experimentado varios cambios drásticos. Johnny lleva 52 años laborando interrumpidamente allí y ha sido un testigo de primera línea de estos.

El cambio más trascendental que sufrió su taller de trabajo fue el arribo de una nueva administración. Es desde entonces que se le conoce como Med Centro, aunque sigue siendo una institución que brinda servicios de salud primarios a la población en general.

La compañía ha crecido, lo que supone un éxito en términos de negocios y del impacto que ha tenido y tiene en aquellas poblaciones que requieren los servicios de salud. En la actualidad, cuentan con tres localidades en Ponce y otras en Juana Díaz, Villalba, Peñuelas y Coamo. En todas estas, la USW representa trabajadores y trabajadoras, pues lo garantiza el Convenio Colectivo.

No obstante, el cambio de administración igual implicó un giro negativo en términos del comportamiento de la empresa para con su plantilla de trabajo.

Malos tratos, persecución, injusticias y amenazas de despidos selectivos se convirtieron en la orden del día para todos y todas. El nuevo patrono simplemente sembró el terror entre su plantilla de trabajo, compuesta principalmente de personas oriundas de los barrios circundantes. Este tipo de acción, nos dicta la experiencia, sólo tiene como finalidad provocar en los y las empleadas un sentido de indefensión y lograr una sumisión plena ante lo que venga. Se ve en muchísimos sitios de trabajo, donde parecería que el patrono desea que incluso agradezcas el maltrato como condición de empleo. Por supuesto, la experiencia también nos alerta claramente sobre el malestar y las severas angustias que esto provoca en la fuerza trabajadora.

El patrono no contaba con un aspecto trascendental: no todo el mundo transa con la sumisión y con acatar sin protestar. Hay personas que buscan la manera de defender sus derechos y transformar la realidad que les está oprimiendo. Johnny, junto a otros y otras compañeras valerosas, decidieron frenar los abusos del patrono y recurrieron a la USW para unionarse.

De manera sagaz, Johnny utilizó el reconocimiento logrado como líder comunitario y deportista, no sólo para adelantar la alternativa de la Unión, sino para desarrollar una campaña estratégica efectiva. Necesitaba recoger información precisa, analizarla, ensamblar un mensaje pertinente, desarrollarlo y sostenerlo en las diversas etapas de la campaña organizativa. Había necesidad y urgencia entre todos y todas, sabía Johnny, pero igual sabía que esos movimientos no se dan en el vacío. Requieren ser pensados, repensados y estructurados para que se concreten. “El proceso fue un tanto difícil, pero entendí que esa dificultad misma era parte del proceso”, recuerda Johnny sobre la campaña sindical que desarrolló en el 2003 con sus pares en MedCentro.

Como el patrono lo tenía vigilado, y eso también provocaba temor en sus compañeros y compañeras, Johnny recurrió a una práctica muy utilizada por los y las organizadoras sindicales. Sacó de su tiempo libre para visitar sus hogares y allí hablarles en tranquilidad y confidencialidad sobre lo necesario de contar con la representación de la USW. El suyo se convirtió en un trabajo de hormiguita. Poco a poco, y con la paciencia y determinación que empleaba cuando se enfrentaba a un buen bateador, fue ganando apoyo y la campaña mucha fuerza.

Siempre estuvo consciente que en algún momento el patrono se enteraría de lo que estaba haciendo. Había una alta posibilidad que entonces apretara con sus abusos y presión para frenar el intento de organizarse sindicalmente. Al respecto, nos dice lo siguiente: “El patrono se enteró,pues siempre hay gente que, por sacar ventaja, revelan información sin medir consecuencias”. Pero esto no lo desanimó. Al contrario, se preparó mentalmente para la situación y esto, a su vez, estimuló su ánimo para demostrar que él no se quitaría pasara lo que pasara.

Las pasó difíciles durante todo ese periodo. Decir lo contrario sería engaño. Sufrió acciones disciplinarias injustas, tuvo que recurrir a los tribunales para vindicar sus derechos, radicó cargos de práctica ilícita ante el National Labor Relations Board (NLRB), fue víctima de una campaña anónima repleta de insultos racistas y muchas cosas más. Pero su determinación no amainó. Cuando veía que los y las demás aflojaban, y en cierta manera sucumbían ante las tretas del patrono para evitar la Unión, él les recordaba las situaciones injustas que habían vivido y que el voto por la Unión sería confidencial, jamás el patrono se enteraría lo que votó cada cual.

La táctica funcionó y, tras un arduo trámite en la NLRB para estipular la elección sindical, se logró y junto a la USW ganaron la representación de los y las trabajadoras en MedCentro.

Para la negociación del primer Convenio Colectivo, Johnny tuvo que recurrir al representante de la Unión de aquel entonces para recabar ayuda adicional. Era evidente que el patrono no se daría por vencido hasta desarticular y sacar la Unión. El patrono hasta cambió de abogado en las negociaciones, hostilizando mucho más las circunstancias. A pesar de su poca experiencia en esos asuntos, Johnny supo leer bien la agenda patronal y fortaleció su grupo amalgamándolo a la Local 6135 de la misma Unión. Así, estos y estas unionadas de Med Centroadquirieron mayor fuerza, recursos, experiencia y el conocimiento técnico necesario para enfrentar la embestida patronal.

Logaron su Convenio Colectivo que, desde entonces, cobija a personal del área de enfermería, trabajo social, radiografía e imágenes, laboratorio, farmacia y asistentes de oficina médica. Fue un gran paso para todos y todas. Ese primer Convenio significó la seguridad que tanto anhelaban. Asimismo, implicó tener a su disposición un proceso de quejas y agravios debidamente estipulado y un lenguaje garantizando la disciplina progresiva. Johnny lo resume de esta manera: “Útil es el aumento de sueldo, pero más es esa seguridad para que el patrono no busque situaciones y te afecte”.

Ha pasado el tiempo y Johnny, a sus 83 años, no sólo continúa trabajando en MedCentro porque lo desea, sino que sigue siendo el delegado general de la USW. Como el primer día, mantiene su entusiasmo en la defensa de compañeros y compañeras. Hubiera querido que el patrono pasara la página hace rato y aceptara que son un taller unionado, pero no ha sucedido. Todavía la administración se empecina en su actitud poco cordial con la Unión lo que, sin duda, crea cierta animosidad sobre todo con las y los miembros más jóvenes que no han solidificado la cultura sindical necesaria. Pero como todo un veterano en asuntos sindicales, Johnny sabe que hay que seguir firmes, manejar con sabiduría lo que se presente, superar el miedo y siempre tirar adelante, como cuando se paraba en el montículo a lanzar y ganar.

*Esto es parte de un trabajo de historia oral que realiza la United Steelworkers en Puerto Rico, con trabajadoras y trabajadores en todos sus talleres representados.


Sobre Josué Montijo
Josué Montijo

Josué Montijo (1975, Ponce) es escritor e historiador. El sepulturero de mi padre (Ediciones Laberinto, 2022) es su libro más reciente.


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