Navidad ponceña

Navidad ponceña
Detalle de la carátula del disco Asalto Navideño de Willie Colón y Héctor Lavoe.

En Ponce hay una tradición navideña bien particular. Surgió hace muchos años y lo sé porque mi papá y mis tíos hablaban de eso y del vacilón que montaban con sus panas en el barrio Cerrillos.

Hoy día todavía se celebra, gracias a gente que la tomamos en serio. Cada vez son menos, la verdad, y para mí es una pena porque las cosas de nuestra cultura e identidad ponceña no deberían olvidarse. Así se joden las cosas y después no tienen remedio. Yo soy de los que dicen que ponceño que se respete tiene que defender sus tradiciones. Lo otro es hablar mierda y traicionar a las nuevas generaciones. Lo digo sinceramente.

Nuestra tradición es sencilla. Sea el 24 o 25 de diciembre, a cualquier hora del día o la noche, salimos en grupos a saquear alguna casa donde haya una fiesta montada o en preparativos. Cada grupo tiene su plan y la idea es que la casa seleccionada pierda todo lo de la fiesta. Lechón, morcillas, arroz, coquito, regalos, tembleque, ensalada de papá, servilletas, vasos, hielo, turrón, pasteles, arbolito, luces, manteles, pitorro, adornos y hasta el kétchup si hay encima de la mesa. Todo es todo, sin pena ni nada por el estilo. Saqueamos de verdad, sin aguaje. Pero fíjense en lo que dije: saqueamos todo lo relacionado a la fiesta navideña. La tradición es eso y nada más, tampoco es abusar. Luego montamos nuestras propias fiestas con lo que nos tumbamos. No hay límites de casas a saquear, a veces mientras más sean mejor. Algunas comunidades hasta compiten y después un jurado decide quiénes saquearon más. Claro, siempre son competencias amistosas porque al final lo importante es compartir, disfrutar y sostener la tradición.

Nuestra tradición tiene una regla inviolable: jamás de los jamases se puede saquear una casa que sea de Ponce. Tienen que ser de Peñuelas, Juana Díaz, Adjuntas o Jayuya. Incluso, hay grupos que se van un poco más allá y llegan a Guayanilla, Yauco, Villalba, Utuado, pero nunca en Ponce. El que se pone bruto con eso lo castigamos duro. Los códigos se respetan para que no se dañe como ha pasado con otras tradiciones.

¿Qué opinan los de esos pueblos? Poco importa porque si nos ponemos a escuchar sus quejas no hacemos nada, se muere la tradición. Todos los años pegan el grito en el cielo y se ponen belicosos. Es parte de esto y gracias a Dios la cosa nunca escala a otro nivel. Es que al final, más allá del pataleteo y la changuería, entienden que las tradiciones de nuestra Ciudad Señorial son así. Nosotros no las inventamos, sólo las preservamos con mucho orgullo y, al que no le guste, que bregue con eso.


Sobre Josué Montijo
Josué Montijo

Josué Montijo (1975, Ponce) es escritor e historiador. El sepulturero de mi padre (Ediciones Laberinto, 2022) es su libro más reciente.


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