El cooperativismo como movimiento de transformación social
Cada vez se torna más claro que la humanidad se encuentra ante una encrucijada. La lógica sistémica del capitalismo hegemónico, que, por un lado tiende a la creciente concentración en pocas manos de la riqueza socialmente producida, mientras que del otro, genera patrones expansivos de consumo irracional entre la población, divorciados de las necesidades fundamentales de los seres humanos, aboca a la humanidad a una crisis civilizatoria.
Esas tendencias del capitalismo a la creciente monopolización de las riquezas, y por tanto, a la desigualdad social, así como a la sobreexplotación de los recursos naturales y la concomitante contaminación medioambiental, ya eran evidentes en los momentos en que nace el cooperativismo moderno en la Europa de mediados del Siglo XIX. Es un hecho histórico que el cooperativismo emerge como parte del conjunto de respuestas de las víctimas del naciente capitalismo industrial ante la precariedad generalizada producida por ese sistema económico. La nueva clase proletaria, despojada de medios propios para producir, y obligada entonces a tener que vender su fuerza de trabajo para con un ínfimo salario procurar satisfacer sus necesidades materiales de subsistencia como consumidores del mercado capitalista, generó variados tipos de respuestas a esas misérrimas condiciones sociales de existencia, tanto en el ámbito de la producción como del consumo. En ese sentido, la génesis del cooperativismo se encuentra íntimamente vinculada al anarquismo, el sindicalismo, el socialismo, así como a diversos movimientos cristianos que planteaban la cooperación como consustancial al concepto de la fraternidad humana y el amor al prójimo.
Recordemos que los Pioneros de Rochdale, a quienes se les reconoce como fundadores del cooperativismo moderno (no por ser los primeros en organizar una cooperativa sino los primeros en elaborar un conjunto de principios para su funcionamiento), declararon en sus documentos fundacionales ser seguidores de las ideas de Robert Owen, quien, a la fecha, había publicado importantes obras críticas del capitalismo tales como A New View of Society (1813), Lectures on the Rational System of Society (1826) y The Book of the New Moral World (1836). En sus escritos Owen denunciaba el sistema capitalista como opresivo y deshumanizante, arguyendo que la búsqueda del beneficio individual y la competencia en el libre mercado solo perpetuaban la explotación, la pobreza y las desigualdades sociales. Por eso abogaba por la democratización de la enseñanza como medio de emancipación de las masas trabajadoras quienes, debidamente formadas en valores como la cooperación, la solidaridad y el progreso social, serían capaces de asociarse en comunidades cooperativas democráticamente autogestionadas, en las que los trabajadores compartirían los beneficios y las responsabilidades de la producción, prescindiendo de la propiedad privada de los recursos productivos, y dedicando recursos a la satisfacción colectiva de las necesidades básicas.
En función de esas convicciones ideológicas los Pioneros declaraban en sus artículos constitutivos que:
El ideal cooperativo es tan antiguo como la sociedad humana. Lo que es nuevo es la idea de conflicto y competencia como principio del progreso económico. El desarrollo de la idea de cooperación en el siglo XIX se entiende mejor si se ve como un intento de explicitar un principio inherente a la constitución de la sociedad, pero que ha sido olvidado en la confusión y la desintegración del veloz progreso económico.
De tal modo, los propios Pioneros reconocieron desde un principio la importancia a largo plazo del cooperativismo como herramienta para la constitución de un nuevo tipo de sociedad. Así surge textualmente del sexto párrafo de la Parte I de los Estatutos y Fines de los Pioneros de Rochdale, donde establecieron:
Desde el momento que sea posible, esta sociedad emprenderá la organización de las fuerzas de la producción, de la distribución de la educación y del gobierno, o, dicho en otras palabras, el establecimiento de una colonia que se baste a sí misma y en la que se unirán los intereses, o bien prestará ayuda a otras sociedades para establecer colonias de esa clase.
Esa aspiración de los Pioneros de llegar a establecer una comunidad de personas trabajadoras democráticamente autogestionada, comprometiéndose desde el momento en que les fuera posible a ayudar a otras personas a establecer comunidades similares, evidentemente constituyó un factor aglutinador y motivador del surgimiento del cooperativismo moderno.
Esa visión del cooperativismo como un movimiento de transformación social fue evolucionando con el tiempo. No olvidemos las propuestas teóricas sobre la construcción de repúblicas cooperativas elaboradas por intelectuales franceses de la llamada Escuela de Nimes, algunos de los cuales fueron esenciales a la fundación de la Alianza Cooperativa Internacional en 1895; principal organización del cooperativismo a nivel mundial.
Lamentablemente, la polarización ideológica del mundo entre el modelo capitalista y el socialismo de Estado centralizado a partir de las dos guerras mundiales del Siglo XX, opacó el potencial transformativo del cooperativismo. Su apuesta por la transformación del sistema económico mediante la gradual colectivización y gestión democrática de las empresas comerciales, financieras y productivas a manos de sus consumidores y trabajadores, lucía impracticable para quienes, de un lado, compartían la creencia de que las sociedades y los seres humanos pueden ser transformadas de golpe desde el Estado, y, del otro, quienes consideran la competencia por obtener lucro personal como único motor económico. El cooperativismo con su creencia de que, en palabras de Phillipe Bouchez, la cooperación nos proveerá los medios para crear la nueva sociedad, sin revolución, en el seno de la sociedad existente, fue marginalizada en ese mundo bipolar.
No obstante, ante la prácticamente desaparición del modelo europeo de socialismo de Estado y el auge del neoliberalismo como sistema hegemónico a nivel mundial, el cooperativismo vuelve a reclamar la atención de quienes reconocen que el capitalismo dirige a la humanidad al apocalipsis, tomando centralidad y primacía entre quienes procuran nuevos modelos socioeconómicos alternativos fundados en la solidaridad y la colaboración democrática. Ello así, pues el objetivo principal del cooperativismo es crear riqueza compartida en función de la satisfacción de las necesidades concretas de las personas para generar bienestar social y alcanzar una vida plena, partiendo siempre de la centralidad de las personas humanas en armonía con su entorno, incluyendo sus comunidades y el medioambiente. Esto es, entender el papel de la cooperación como un modelo de organización social con capacidad para realizar cambios en las mentalidades de los individuos, en las estructuras en que éstos se desenvuelven y en los móviles de la actividad económica capaz de elevar los humanos a una categoría humanizadora. Profesar la idea de la cooperación como herramienta para forjar una cultura de la solidaridad, alternativa al capitalismo.
Por eso resultaría incompatible ser cooperativista y defensor del capitalismo al mismo tiempo, aunque muchos en Puerto Rico se nieguen a reconocerlo. Pero inevitablemente se acerca la hora en que nuestro movimiento cooperativista deberá decidir si “se peina o se hace rolos”.
En el Mes del Cooperativismo, el autor advierte que “resultaría incompatible ser cooperativista y defensor del capitalismo al mismo tiempo, aunque muchos en Puerto Rico se nieguen a reconocerlo”.
Sobre Rubén Colón Morales
Es abogado, graduado de la Escuela de Derecho de la Universidad de Puerto Rico y de maestría de la Universidad de Harvard. Fue oficial jurídico en el Tribunal Supremo en los años 90. Ha impartido
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