El cooperativismo como sistema ético

El cooperativismo como sistema ético

En los distintos foros académicos se insiste en puntualizar la naturaleza axiológica del cooperativismo. Ello, sencillamente significa que la filosofía cooperativista está basada en valores y principios. Es decir, que como movimiento social, el cooperativismo se rige por una ética que requiere de quienes lo practican fidelidad a unas nociones básicas compartidas sobre lo que constituye un buen o mal proceder.

La declaración de principios aprobada por la Alianza Cooperativa Internacional en su Congreso de Manchester en el 1995 dispone que las cooperativas se basan en los valores de ayuda mutua, responsabilidad, democracia, igualdad, equidad y solidaridad. Y añade, que, siguiendo la tradición de sus fundadores, los cooperativistas creen en los valores éticos de honestidad, transparencia, responsabilidad social y preocupación por los demás.

Los valores cooperativistas procuran generar vínculos relacionales donde las personas participantes ejerzamos un genuino sentido de responsabilidad y preocupación por las demás, es decir, que construyamos comunidad. Para garantizar que las personas actúen siempre de conformidad a tales valores éticos, la doctrina cooperativista ha establecido siete mecanismos a través de los cuales se promueven relaciones humanas consistentes con los mismos, para que las personas consigan vivir vidas plenas, con sus necesidades esenciales debidamente satisfechas. Se trata de los siete principios cooperativos, cuya función es servir precisamente servir de herramienta para establecer en la práctica relaciones humanas colaborativas, alineadas con los principios éticos cooperativos.

De tal modo, el cooperativismo, como sistema integral de valores y principios, no admite desviaciones. Ello resulta contrario a otros tipos de ideologías socioeconómicas, pues el cooperativismo genuino exige plena coherencia entre los objetivos y los medios para alcanzarlos. Esa es la médula, a veces oculta, de la relación entre sus principios y sus valores. Si el objetivo último de las cooperativistas es fomentar con transparencia y sentido de responsabilidad social relaciones humanas dignas, fundadas en la solidaridad, ayuda mutua, responsabilidad, igualdad y equidad; entonces ese objetivo no podemos pretender alcanzarlo mediante prácticas que en algún momento contradigan o nieguen esos valores inquebrantables. Por eso, toda cooperativa debe procurar siempre satisfacer necesidades humanas concretas y no un consumo irracional, mediante emprendimientos estructurados a base de procesos democráticos abiertos y participativos, en los cuales los beneficios se reparten de forma equitativa.

Obrar conforme a unos principios éticos implica que las buenas cooperativistas son personas consistentes en su modo de actuar y no sucumben ante relativismos oportunistas. Practicar los valores y principios del cooperativismo implica adhesión a unas creencias superiores, que no ceden ante las presiones del momento, pues sus fundamentos transcienden coyunturas temporales. Significa defender esas creencias aunque cueste, aunque las presiones del momento pretendan obligarnos a cortar esquinas. Significa honestidad, paciencia, consistencia y constancia.

El cooperativismo encarna así todo lo contrario a la ideología neoliberal que nos empuja a salvarnos individualmente y a pisar las cabezas de los otros para adelantar nuestros objetivos egoístas, promoviendo un racional donde prácticamente todo se vale en esa lucha de todas contra todas que supuestamente es la vida. Una ideología conforme a la cual la procurar satisfacción de las necesidades concretas de los seres humanos no constituye un fin, sino un medio para promover la acumulación desigual de riquezas en manos privadas. Un sistema donde el objetivo de las empresas es esencialmente maximizar ganancias, sin atenerse a ningún tipo de consideraciones éticas, sino exclusivamente pragmáticas.

En ese mundo capitalista neoliberal se imponen los relativismos como modo generalizado de pensar y de obrar, descartando el valor fundamental de las convicciones y la verticalidad ética. Es un mundo donde los dobles raseros se normalizan y donde los discursos oficialistas nos conminan a decantar nuestras preferencias a base de conveniencias inmediatas y lealtades acomodaticias. El neoliberalismo promueve un mundo donde los fanatismos ciegos se revelan más poderosos que los juicios racionales, y donde se vale prescindir a conveniencia de las convicciones éticas trascendentales.

Dentro de ese mundo relativista y oportunista del capitalismo neoliberal, el cooperativismo aún se mantiene como estandarte ético con su defensa del bienestar general humano en comunidad y en armonía con la naturaleza como un bien supremo. En el mundo donde impera el criterio excluyente del “tanto tienes tantos vales”, el cooperativismo defiende el principio inclusivo de la igual dignidad humana por encima de cualquier otra consideración. En un mundo de la ley del más fuerte donde predomina la beligerancia y la inequidad, el cooperativismo procura el establecimiento, diseminación y profundización de relaciones de solidaridad y colaboración entre las personas para promover el bien común. En un mundo de dominación y autoritarismo, el cooperativismo apuesta por la solidaridad y la democracia. Así, el cooperativismo resulta antagónico al neoliberalismo. Y precisamente por ello, el cooperativismo seguramente constituirá una herramienta fundamental para la construcción de un nuevo mundo de bienestar común, solidaridad y paz cuando esta insostenible etapa del capitalismo llegue a su fin.


Sobre Rubén Colón Morales
Rubén Colón Morales

Es abogado, graduado de la Escuela de Derecho de la Universidad de Puerto Rico y de maestría de la Universidad de Harvard. Fue oficial jurídico en el Tribunal Supremo en los años 90. Ha impartido


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