Un grito por el estudiante sordo en Puerto Rico

Un grito por el estudiante sordo en Puerto Rico

La única característica que los diferenciaba de sus compañeros y los relacionaba uno con el otro era su sordera. Cuando Claudia Rivera, María Izquierdo y Emanuel Cuadrado fueron admitidos a la universidad tenían 17 años, muchas expectativas, y mucho miedo, al igual que la mayoría de los estudiantes a su alrededor.

Cada uno de ellos fue admitido a la universidad y a la materia que deseaban. Claudia comenzó su educación universitaria en oboe en el Conservatorio de Música de Puerto Rico, María fue admitida en la universidad Ana G. Méndez en Cupey para estudiar educación especial, y Emanuel fue aceptado en la Escuela de Arquitectura en la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras.

Estos tres jóvenes forman parte de una comunidad de aproximadamente 200,000 puertorriqueños –ese número es solo un aproximado ya que, hasta el día de hoy, aún no existe un censo exacto de personas sordas en la isla– que aún vive marginada y discriminada por la sociedad.

En Puerto Rico hay solo 143 intérpretes profesionales registrados, según los datos ofrecidos por el Registro de Intérpretes para Sordos de Puerto Rico (RISPRI), lo que establece una carencia enorme en la comunicación y acceso a la información para los puertorriqueños sordos.

En 2018, el Movimiento Autónomo de Sordos en Puerto Rico logró que se aprobaran tres medidas legislativas dirigidas a crear una mejor realidad para la comunidad sorda en el país. Una de las preocupaciones claves en la lucha por mayores derechos para la comunidad sorda es combatir la falta de herramientas para las personas sordas en una sociedad tan abundantemente oyente, especialmente para los estudiantes.

Además de la falta de herramientas para facilitar la comunicación entre oyentes y sordos, existe una falta de educación a las personas oyentes sobre la comunidad sorda lo que ha ayudado a crear una sociedad en la cual la discriminación en contra de las personas sordas es común.

Claudia: Conservatorio de Música de Puerto Rico

Claudia Rivera, estudiante del Conservatorio de Música de Puerto Rico.

Esta discriminación no está limitada a espacios informales y Claudia, al igual que muchos otros estudiantes sordos, la experimentó en un salón de clases.

Cuando Claudia comenzó su segundo año se sentía como cualquier universitario a principios de semestre: ansiosa, emocionada y algo entusiasmada. Pero ese año, explicó, había más felicidad y emoción que todo lo demás. Había logrado conseguir tomar una clase con una profesora a la que admiraba mucho por su talento y por su propia experiencia anterior con ella.

“Ella me conoce desde que yo tenía como […] entre ocho y diez años. Ella daba unos talleres para oboe y […] todos los veranos yo estaba allí. Yo llegué a un punto en que yo decía que quería ser como ella cuando fuera grande; la admiraba un montón”, relata la joven con una sonrisa forzada.

Esa admiración que Claudia sentía hacia la profesora fue destruida al empezar el semestre cuando se topó con una dinámica en la que era abiertamente subestimaba y veía su capacidad de convertirse en una oboísta profesional siendo sorda ser ridiculizada. Además de recalcarle constantemente que ella no merecía estar estudiando en el Conservatorio, la profesora dirigía comentarios claramente discriminatorios hacia ella.

“Me llego a decir que como yo era sorda ella no podía enseñarme cómo hacer las cosas correctamente. Yo salía a veces hasta llorando de la clase”, explicó Claudia.

La experiencia universitaria tiende a ser abrumadora para cualquier estudiante, pero para los estudiantes como Claudia puede ser mucho más difícil; no porque no tengan la capacidad de sobrellevar la carga académica sino porque se ven obligados a acoplarse a un sistema educativo que no está dispuesto a acogerlos a ellos.

“Es bien frustrante porque yo soy la única allí; no tengo a nadie que realmente me pueda entender. […} Yo puedo hablarlo con mi novio, puedo hablar con mi mamá, pero nadie va a entender el dolor y el sacrificio que estoy pasando cada día para poder lograr lo que quiero”, confiesa, encogiendo sus hombros.

Emanuel: Universidad de Puerto Rico en Río Piedras

Emanuel Cuadrado, estudiante de Arquitectura en la UPRRP.

La experiencia de Emanuel fue una mucho más llevadera que la de muchos estudiantes sordos, mayormente porque decidió desde un principio no preocuparse por las reacciones de sus compañeros o profesores en cuanto a su sordera. Sin embargo, eso no significa que no le afecte de alguna manera u otra.

“Todo depende de cada profesor; hay algunos profesores que piensan que porque una persona es sorda no puede entrar a la universidad porque es un vago”, explica Emanuel con una expresión exasperada. “Hay profesores que saben que nosotros sí podemos entrar a la universidad y seguir adelante, pero la gran mayoría piensa que nosotros no sabemos nada”.

Más allá de eso, Emanuel dice sentirse más afectado por la comunicación tronchada con la que se enfrenta al visitar oficinas o espacios profesionales en la universidad por la ausencia de intérpretes en esos espacios.

“Yo tengo que ir solo y tratar de comunicarme y esa interacción es bien difícil porque hay muchas personas que no saben hablar con sordos y, simplemente, hablan muy rápido y piensan que soy como un oyente cualquiera”, explica el joven, frustración evidente en su cara. “Tengo que explicarles que yo no escucho, que leo labios y dicen ‘okay’ y siguen con la misma velocidad”.

La falta de intérpretes dentro y fuera de los salones de clases en las instituciones educativas es un problema muy real, y hace clara la discriminación que hay en contra de esta comunidad. No proveer intérpretes obstaculiza el desarrollo social, académico y profesional de estos estudiantes.

No se trata de un capricho de los estudiantes sordos, ni sirve para fomentar su “vagancia”; la presencia de intérpretes en espacios públicos y profesionales es necesaria pero es aún más importante en espacios de aprendizaje ya que puede ser la diferencia entre el éxito y el fracaso del estudiante sin importar su capacidad en la materia.

La discriminación en contra de la comunidad sorda no está limitada a los salones de clases pero, se podría debatir, es allí donde más les afecta.

María: Ana G. Méndez en Cupey

María Izquierdo, estudiante de Educación en la UAGM.

El primer año, asegura María, fue el peor. La joven explica que toda su vida académica anterior a ser admitida a la universidad la vivió en el Instituto Modelo de Enseñanza Individualizada, un colegio especializado en enseñanza individualizada para estudiantes en el programa de educación especial, lo que la acostumbró a un sistema educativo en el cual los maestros buscaban ajustarse a las necesidades de cada estudiante.

Desde su primer día de clases en la universidad se enfrentó con compañeros de clase que se tapaban los labios para evitar que entendiera sus conversaciones, personas que cuestionaban si realmente era sorda, y profesores indispuestos a tener una estudiante sorda en sus clases.

“El primer día de clases yo le entregué a la profesora mi [documento de] acomodo razonable y ella me hizo preguntas pero no me dijo más nada, pero el segundo día ella me dijo que cambiara de curso porque yo era la única de educación especial”, narra la joven con los ojos llorosos.

Luego de ese incidente, María fue a donde su consejera para pedirle ayuda porque no entendía el por qué la profesora le había exigido cambiarse de curso. En un punto, asegura, pensó que quizás fue ella que se confundió haciendo su matrícula y se había matriculado en una clase que no le tocaba tomar. Sin embargo, su consejera le aseguró que ese no era el caso y que no debía prestarle atención a la profesora.

“Yo volví a la clase y le expliqué a la profesora lo que me explicó la consejera, y ella, con el tono de voz alto, me dijo que cambiara de curso ya, que no le importaba lo que diga la gente me tenía que cambiar. Ya yo sabía lo que ella quería decirme, porque me lo habían dicho antes”, puntualiza la joven con una mirada algo resignada.

* Este reportaje forma parte de la serie sobre “Pobreza y desigualdad social en Puerto Rico” producida por los alumnos del curso “Redacción periodística” que dicta el profesor Luis Fernando Coss en el Recinto de Río Piedras, Universidad de Puerto Rico.


Sobre Abby Rivera
Abby Rivera


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