Cooperativismo y fraternidad cristiana

Cooperativismo y fraternidad cristiana
"El dinero al servicio de la vida puede ser gestionado en la forma justa por la cooperativa, si es una cooperativa auténtica, verdadera, donde no manda el capital sobre los hombres, sino los hombres sobre el capital…" Papa Francisco

El cristianismo es una de las principales corrientes de pensamiento relacionadas al surgimiento del cooperativismo moderno en la Europa de mediados del Siglo XIX. La otra corriente principal de pensamiento relacionada a su surgimiento, fue la del socialismo pre-marxista surgido como respuesta de la clase proletaria a las nuevas condiciones de explotación y precariedad generalizada a las que les sometía el capitalismo industrial. Y es que, por primera vez en la historia se generaba el fenómeno generalizado en una región del planeta de que las masas trabajadoras eran privadas totalmente del acceso a medios de producción que les permitieran garantizar la reproducción de sus propias vidas, viéndose obligados a vender su fuerza de trabajo y a tener que satisfacer todas sus necesidades básicas para la sobrevivencia a través de estructuras de mercado capitalista. Esa era la doble condición de libertad de la que hablaba Marx como características de la nueva clase proletaria; pues, si bien era libre de ataduras extraeconómicas que le obligaran a laborar en condiciones de servidumbre involuntaria, de otra parte, solo le quedaba la libertad de vender su fuerza de trabajo como mercancía, en la medida en que todos los medios de producción habían sido esencialmente monopolizados por la clase burguesa.

Ante esas nuevas circunstancias históricas, diversos sectores de las clases trabajadoras procuraron aunar esfuerzos para resistir a ese estado de indefensión y de desposesión, ya fuere mediante el establecimiento de sus propias empresas de consumo, talleres colectivos de trabajo autogestionados, o de ayuda mutua para la producción agrícola, entre otras.  Pero, como hemos mencionado en artículos anteriores, no se trató de un movimiento de respuesta que en sus orígenes solo procurara paliar las graves consecuencias generadas por el capitalismo industrial, sino que planteaba la posibilidad de transcender el orden capitalista. Ello, mediante la paulatina transformación de sus instituciones (empresas, mercado, Estado) en unas donde prevaleciera la colaboración solidaria con el fin de satisfacer necesidades comunes, en vez de la competencia y la insaciable acumulación y concentración de las riquezas socialmente producidas.

Ahora bien, esa propuesta de transformación rechazaba la propuesta marxista sobre la toma del poder para desde el Estado instaurar el socialismo, asumiendo la propiedad de las empresas productivas, por varias razones. A riesgo de parecer simplista resumo a grandes rasgos las principales objeciones a la propuesta de la revolución proletaria. Primero, por su rechazo al Estado mismo, entendido como una institución inherentemente opresiva, particularmente por las tendencias anarquistas y anarcosindicalistas del movimiento. Segundo, por su postura de que las transformaciones necesarias en la sociedad no podían ser impuestas, sino que requerían de ir transformado a los seres humanos mediante procesos educativos que partieran de la formación de las personas en los valores de la cooperación y la solidaridad, como planteaban las corrientes owenianas. Tercero, por un cuestionamiento del concepto de la lucha de clases y de la toma violenta del poder represivo del Estado, principalmente por sectores identificados con el cristianismo, defensores de valores pacifistas de fraternidad humana y el amor al prójimo.  En síntesis, compartían una visión de la transformación social opuesta a cualquier intento de imponer el cambio mediante medios violentos, que entendían inconsistentes con la finalidad de construir un mundo donde se reconociera la igual dignidad humana y el derecho de las personas a autodeterminar y autogestionar sus comunidades de forma democrática.

Esa última tendencia está vinculada a la apuesta por el cooperativismo como medio para desarrollar la ayuda mutua entre las clases trabajadoras, la caridad y la solidaridad que forma parte de la doctrina social de la Iglesia Católica; desde que el Papa León XIII emitiera la encíclica Rerum Novarum en 1891.  De ahí las palabras del Papa Francisco en referencia al papel del cooperativismo como medio de globalizar la solidaridad, y transformar el mundo en uno de satisfacción de las necesidades humanas, y no en una fábrica de acumulación de riquezas, al sostener:

“Cuando el dinero se convierte en un ídolo, dirige las opciones del hombre. Y entonces arruina al hombre y lo condena. Lo hace un esclavo. El dinero al servicio de la vida puede ser gestionado en la forma justa por la cooperativa, si es una cooperativa auténtica, verdadera, donde no manda el capital sobre los hombres, sino los hombres sobre el capital…"

Si la economía cooperativa desea cumplir una función social fuerte, si quiere ser un agente del futuro para una nación y para cada comunidad local, debe perseguir objetivos claros y transparentes. Debe promover una economía de honestidad, una economía de curación del mal traicionero de la economía global. Una economía real promovida por las personas que tienen en su corazón y en sus mentes solo el bien común.”[1]

En esta época del año en que el mundo cristiano se detiene a reflexionar y hacer examen de conciencia en recordación del ejemplo de amor y sacrificio que evoca la figura de Jesucristo, los cooperativistas debemos aprovechar para cuestionarnos cuánto de nuestro accionar responde en última instancia a motivaciones de solidaridad y amor al prójimo;  y  cuánto de egoísmo y autopromoción hemos dejado que se infiltre en el corazón de un movimiento social cuyo fin debe ser promover la igualdad humana, la equidad, la inclusión y la democracia.

 Para cuestionarnos cuánto esa idolatría del dinero nos ha venido esclavizando y poniendo de cabeza una forma de economía alternativa en la que se supone que manden los seres humanos sobre el capital y no a la inversa.

Y es que, este mundo dominado por el capitalismo neoliberal en el cual los ricos se hacen cada vez obscenamente más ricos, mientras que el resto de los habitantes se hacen cada vez más pobres; quizás no se requiera tanto ser cristiano para ser cooperativista, pero si ser cooperativista, para ser buenos cristianos.


[1] Discurso del Papa Francisco a los representantes de la Confederación Italiana de Cooperativas, de 28 de febrero de 2015.


Sobre Rubén Colón Morales
Rubén Colón Morales

Es abogado, graduado de la Escuela de Derecho de la Universidad de Puerto Rico y de maestría de la Universidad de Harvard. Fue oficial jurídico en el Tribunal Supremo en los años 90. Ha impartido


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