Por Giancarlo Vázquez López

Cuando los medios confirmaron el irremediable paso del huracán María, Carlos Vázquez Ocasio decidió fotografiar su casa para ver cómo quedaba luego del evento atmosférico que azotó a Borinquen el pasado 20 de septiembre de 2017.

El joven de 18 años, que además de ser atleta es aficionado a la fotografía, se sentía conmovido, quería saber qué había pasado y ver cómo había quedado su pueblo. Esa inquietud fue uno de los motivos principales para montarse en su bicicleta y descubrir el mundo que nos había dejado María.

Carlos recordó que en sus rutinas de “mountain bike” por la Ciudad del Viví, había capturado varias imágenes de distintos barrios y sectores que sin duda habían sido devastados luego del huracán. Esto le dio más razones para pedalear una vez más hasta esos lugares que ya había visitado, pero ahora con el fin de tomar nuevas fotos para crear un álbum que contrastara los cambios en el paisaje.

Además de hacer ejercicio y observar lo que había sucedido cerca de su casa, Carlos quería comprobar cuán ciertos eran los rumores sobre los desastres que había provocado el huracán en otras zonas de Utuado. Después de todo no se sabía a ciencia cierta que había pasado, pues los sistemas de comunicación habían colapsado. Se decía que el río había arrancado el puente Graulau en el barrio Río Abajo por la carretera PR-123; que un tramo de la PR-10 colapsó, y que en Caonillas una casa se fue risco abajo. Estos y otros rumores corrían de boca en boca y Carlos no pudo esperar para ir a comprobarlo.

Las calles estaban repletas de lodo, árboles caídos y montones de arenas que impedían el tránsito vehicular y dificultaban el paso peatonal. Aún así, nada detuvo el pedalear de Carlos en su aventura para capturar con el lente de su cámara los estragos ocurridos en estos espacios.

“Después del huracán todo cambió, los caminos, la vegetación… todo”, dijo.

Cinco días después del embate, decidió visitar a su mamá en el barrio Arenas de Utuado. Cuando llegó sintió tranquilidad, “ya sé que mami está bien y ella sabe que estoy bien”, pensó.

En Arenas, el panorama no era muy distinto a los otros lugares que ya había ido con su bicicleta el día después de María. En cualquier esquina había un derrumbe, bache y palos partidos, pero también había mucha gente pasando necesidades. Había mucha desesperación.

Al cabo de dos semanas, Carlos visitó el barrio Río Abajo, también conocido como la comunidad de los olvidados. Allí, el Río Grande de Arecibo arrancó el puente Graulau que conecta con la carretera PR-123. Los vecinos del sector Caniaco quedaron atrapados por buen tiempo y la única forma de hacerle llegar suministros era mediante un tensor que cruzaba el río. Tiempo después hicieron un puente de tierra que funciona hasta que viene una creciente y se lo lleva, lo reconstruyen… y así sucesivamente…

Caminó un poco más allá de lo que era el puente Graulau. Desde el otro lado del río unas personas le saludaron alegres, pues a pesar del caos, mucha gente piensa, “lo material se repone, lo primordial es la vida”. Esas fueron las palabras que escuchó en repetidas ocasiones durante sus recorridos en bicicleta.

A casi cinco meses todavía hay personas incomunicadas, incapaces de hacer escuchar sus necesidades. Todavía hay gente “pasando las de Caín”.

Para Carlos, ver lo que nos había dejado María, desde su bicicleta, fue una mezcla de emociones. Buenas, porque conoció gente nueva, con las cuales pudo compartir sus experiencias durante el huracán; pero tristes –y le doy la razón– porque esto ya no va a ser lo mismo.

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