Regresar a Puerto Rico como visitante

Regresar a Puerto Rico como visitante

Luego de seis meses en el extranjero, pisé el aeropuerto Luis Muñoz Marín. Me dieron la bienvenida el calor único de la humedad tropical (que mucha falta que me hacía) y aquel que emana de los brazos abiertos de mi madre, quien me fue buscar a las once de la noche.

Cruzamos en auto el primer cuerpo de agua con el que muchos nos topamos al llegar a la isla, el de la Laguna San José, y pagamos la tarifa de $3.70 del puente Teodoro Moscoso, que solo parece aumentar. Ese fue quizá el primer presagio de volver a casa. Lo que le siguió fue una oscuridad casi primitiva que se colaba por todos lados, empezando por el elevado que conecta con la avenida Piñero y la PR-181. La infraestructura del tendido eléctrico, aunque de pie, parecía remontarse al escenario post María, aunque quizá sea producto de que ni el gobierno puede pagar el último aumento de LUMA en la factura de luz, que asciende a un 13%.

Al llegar finalmente a casa, no pude dormir. La mañana siguiente, me dirigí a hacer las visitas de rigor. Primero, estaba pasar por casa de mis abuelos. Al entrar por la urbanización San Agustín de Río Piedras, me esperaba un pavimento inspirado en la superficie lunar, por el cual, para transitarlo, debías manejar a menos de cinco millas por hora.

La segunda parada fue la Universidad. El Recinto de Río Piedras tenía más pinta de mausoleo que de un espacio de creación y producción intelectual. Lo cual no me debió sorprender, pues el estudiantado ha mermado significativamente a causa del aumento en matrícula y la pandemia. En la Biblioteca José M. Lázaro, me preguntaron si era estudiante, al negarlo, si profesora. Ojalá. Respondí que no. Me miraron con sospecha y me pusieron etiqueta de visitante.

Me reuní con amigos, quienes ya casi en los treinta solo hablaban de querer mudarse de casa de sus padres, pero no poder hacerlo porque el mercado de bienes raíces solo es favorable a quienes les cobija la Ley 22. Vivir en el área metropolitana es un lujo, dijo uno, y otro le respondió que vivir en Puerto Rico era el lujo. Hay verdad en lo que afirma. Un ejemplo de ello es que la compra de alimentos en Puerto Rico es la más cara en toda América Latina, según reportó la revista Forbes Centroamérica.

La nostalgia que me había contagiado hacía unos meses y la emoción por volver a tocar arena y mar habían desaparecido. Mi cuerpo había entrado de nuevo en estado de shock. Regresar fue despertar en la crisis. Todo estaba igual o peor que cuando me marché. Hay un aumento en la factura de agua en el horizonte, la Legislatura propone coartarle los derechos reproductivos a la mujer, el FBI lleva a cabo pesquisas por corrupción contra varios alcaldes y se venden reservas naturales como Punta Ballena al mejor postor.

Una semana luego, me encontraba en JFK. Huir, en este y en muchos otros casos, viene acompañado de calma.


Sobre Kristine Drowne
Kristine Drowne

Kristine Drowne nació en San Juan Puerto Rico, en septiembre de 1994.


Únete a nuestra comunidad y apoya a PRTQ

Para continuar haciendo nuestra labor de forma económicamente sustentable, contamos con las contribuciones de nuestra membresía.

Por tan solo $5 al mes, nuestra membresía recibe un email mensual con un resumen de todos los artículos que publicamos ese mes, y tiene la habilidad de dejar comentarios en los artículos en nuestra página web y participar así de la conversación que generen nuestros y nuestras autores y autoras.