Las riquezas de Marina

Las riquezas de Marina

A pesar de la pobreza a la que se enfrenta a diario, Marina, de 43 años, encuentra una luz al final del túnel

A eso de las 7:00 de la mañana, de lunes a viernes, Marina, de 43 años, comienza el día eliminando el polvo, el sucio y las preocupaciones de la residencia de los Fuertes en Cataño, Puerto Rico.

La Hacienda Mi Niña, lugar donde crecieron los once niños de apellido Fuertes, que ahora son hombres y mujeres de 60 años en adelante, siempre ha sido una casa que requiere gran orden y limpieza. Es por esto que, a través de los años, los Fuertes han contado con varias empleadas domésticas para mantener el espacio habitable. “Hemos tenido más de 100 empleados durante nuestras vidas”, indicó Carmen Ana Fuertes, la mayor de los hermanos.

Actualmente, Marina es la encargada del mantenimiento de la casa. Ya ninguno de los hermanos reside en ella, pero todos la preservan para mantener viva la memoria de su madre. A pesar de que nadie vive en ella, allí se celebran todas las fiestas familiares, navideñas, cumpleaños, bodas y bautismos. Además de que todos los miércoles, la familia se reúne para cenar junta. Es una casa que requiere cierto cariño y atención. Tiene alma propia, y es por esto que no dejan su mantenimiento a manos de cualquiera. Necesitan alguien que sepa hacer de todo, y aquí es que entra nuestra entrevistada, a quien le hemos dado el nombre de “Marina” para proteger su identidad.

Rutina diaria

Cada día Marina se levanta de madrugada, en su casa ubicada en el barrio La Puntilla en Cataño, donde vive alquilada. Al levantarse, va y seca el agua que le entra por una pared. Al hacerlo, reza para que el problema no empeore con el tiempo. Luego va y alimenta a sus 20 hijos, hijos caninos. Durante su poco tiempo libre, Marina se dedica a rescatar animales realengos. Los cuida, los lleva a esterilizar y les da el tratamiento necesario.  “Todo su dinero lo gasta en los perros, porque es lo que le gusta. Por eso tiene tantos trabajos con nosotros a la vez, porque si no, no le da”, puntualiza Carmen Ana. Con esto se refiere a que Marina hace distintos trabajos para varios miembros de la familia Fuertes. Ya sea a pie, pidiendo “pon”, o en algún carro prestado, ella se encarga de llegar y cumplir con sus deberes.

Marina se dedica a la limpieza, pero también ayuda a los hermanos con un poco de todo. Cocina con Carmen Ana para las fiestas, limpia la oficina de Wilo, y ayuda a Malén y a Marisol con los caballos en la Hacienda. Barrer, limpiar y cocinar. Esta es la rutina resumida, por la cual gana $30 diarios. Su trabajo de cada día depende de la actividad que esté planeada. Los miércoles están siempre reservados para la reunión familiar semanal. “Contamos con ella para todo.”, advierte Carmen Ana.

Marina no conoce nada más que el trabajo. Antes se daba sus gustitos, en ropa mayormente, pero según ella, “ya no hay para eso”. Como la economía en Puerto Rico ha decaído, ahora sólo gasta en necesidades básicas. Ha viajado una sola vez en su vida, a Connecticut, porque ahí vive su hermano. Ya toda su familia vive afuera y ella es la única que queda en Puerto Rico. Como se mencionó, no tiene hijos (humanos, por lo menos). Sus hijos perrunos le ocupan igual cantidad de tiempo, y dinero, que un hijo normal. Con tantos animales bajo su protección, a Marina se le hace difícil administrar su dinero. Todo se le va en sus “bebés”, como ella tan cariñosamente les llama. Sin embargo, no le molesta gastarlo todo en ellos, al contrario.

En términos de educación, nunca asistió a la universidad, sino que fue directamente a trabajar cuando se graduó de la escuela superior. Durante su vida se ha desempeñado como ama de casa para varias personas, y además, trabajó en dos supermercados del pueblo. Ha vivido toda su vida en Cataño, y no piensa mudarse. Disfruta vivir allí, junto a la majestuosa vista de El Morro que tienen los catañeses desde sus hogares, paisaje que casi casi logra ocultar la pobreza que prevalece en el pueblo.

Según el United States Census Bureau, 49.4% de las personas en Cataño viven bajo el nivel de pobreza. El 51.0% de las mujeres en el pueblo son pobres, y un 19.6% de estas mujeres, están empleadas. Según un artículo de Primera Hora, en Puerto Rico, “la pobreza perjudica al 45% de la población (más de 1.6 millones de personas)”.

Vista parcial de una zona de Cataño luego del Huracán María. (Jesse Costa/WBUR)

A pesar de la monotonía a la hora de limpiar los mismos rincones de la residencia Fuertes, Marina disfruta su trabajo. La familia le permite hacer su propio horario y la consideran una amiga cercana. Siempre está rodeada de gente que la aprecia. “Es una relación más de amistad”, comentó Marina sobre Carmen Ana. Mientras Carmen Ana en un tono muy afectivo añade: “Marina es muy organizada y hace de todo. Es una excelente persona y excelente en su trabajo”.

Quizás la pobreza no es exactamente lo que visualizamos. Marina tiene pocos bienes materiales, pero le sobra el corazón y las ganas de trabajar. Vive simple, pero feliz, porque sus riquezas son diferentes. Su felicidad se encuentra entre esos rincones polvorientos de la casa de los Fuertes, en cada risa que comparte con Carmen Ana. Está en la vista al mar que aprecia todos los días, y al ser recibida con ladridos de amor al llegar a casa luego de una larga jornada laboral. Entonces, a la hora de medir la pobreza de una persona, la pregunta correcta sería: ¿en qué sentido? Quizá es como dijo el cantautor jamaiquino Bob Marley: “Alguna gente es tan pobre, que lo único que tienen es dinero”.

* Este reportaje forma parte de la serie sobre “Pobreza y desigualdad social en Puerto Rico” preparado por los alumnos del curso “Redacción periodística” que dicta el profesor Luis Fernando Coss en el Recinto de Río Piedras, Universidad de Puerto Rico.


Sobre Ana Garcia Roig
Ana Garcia Roig

Es estudiante de Información y Periodismo de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Colabora con Puerto Rico Te Quiero como parte del curso Redacción Periodística II.


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