La expropiación: una pérdida, un duelo

La expropiación: una pérdida, un duelo
Casa demolida en Barceloneta. Foto por Indymediapr.org
Casa demolida en Barceloneta. Foto por Indymediapr.org

En Santurce, donde ahora está el Walmart. En Guaynabo, por donde discurre una salida hacia el expreso Martínez Nadal. En Barceloneta, donde se quiso construir un proyecto costero turístico. A lo largo de los años hemos visto la desaparición de comunidades, removidas de su lugar de origen, desmembradas, eliminadas del mapa. La expropiación o posible expropiación representa un impacto adverso a la salud mental tanto individual como la colectiva.

La psicóloga y profesora en la Universidad Carlos Albizu, Sonia Cepeda Hernández, quien ha investigado el tema de las expropiaciones, explicó que la expropiación usualmente impacta las áreas de mayor pobreza y comunidades de alto riesgo, donde generalmente se evidencia falta de escolaridad, problemas sociales y marginación.

“A lo largo de los últimos años, por la falta de planificación, entre otros factores, vemos que los alcaldes quieren remover a esas comunidades porque de momento ese bolsillo de pobreza no se les es útil o se ve feo. Ese es el caso por ejemplo de las comunidades en Guaynabo donde en lugar de haber un proceso de rehabilitación y reestructuración de las comunidades, se ve el valor económico de dicha comunidad en cuanto a su ubicación y siempre en contra de esta vencen los grandes intereses”, reflexionó Cepeda.

Eso en términos generales explica cómo se han dado en Puerto Rico las expropiaciones de comunidades pobres. Pero es importante examinar qué representa la expropiación para el individuo y el colectivo.

De acuerdo a la experta a nivel individual la expropiación representa un proceso de duelo o pérdida. El ciudadano siente cómo si alguien muy querido se hubiese muerto, aunque este proceso varía por edad. No es lo mismo que le arrebaten la comunidad que conoce a un anciano que a un joven. Lo que es indudable es que independientemente de la edad el proceso genera incertidumbre, miedo y tristeza.

“Al impacto psicológico se suman otros factores como el económico. Como es conocido muchas veces cuando el estado o el municipio compra la propiedad lo hace a un valor bien bajo. Sabemos que hasta las residencias de interés social están altas por lo que estas personas no necesariamente podrán adquirir una propiedad, cuando ya su casa estaba salda en el vecindario que le era conocido. Esta es la imposición de un cargo económico adicional y un empuje hacia la pobreza”, agregó Cepeda.

A nivel colectivo se desencadena la desintegración social, el desplazamiento, se pierde la identidad de un grupo comunitario, se fomenta un país en donde cada vez vemos menos cohesión.

Cepeda pronostica que este patrón seguirá en aumento ya que por diversas razones nos estamos moviendo a una vida más aislada, menos comunitaria.

El sufrimiento está ahí, se ve

Michael Fernández dirige la organización sin fines de lucro, Caras de las Américas, para impulsar el desarrollo comunitario, integrando diversos sectores en proyectos que mejoren la calidad de vida de las comunidades servidas. Actualmente trabaja directamente con la comunidad Vietnam, de Guaynabo.

“El problema es que se dé el intento de la expropiación y/o se dé un rumor por falta de comunicación. La incertidumbre  por la falta de comunicación entre las partes causa hasta más ansiedad que la expropiación en sí. Se crea ansiedad cuando en tu comunidad vez más escombros y menos hogares. En el caso de Vietnam no hay comunicación con el Municipio, distinta a aquella de personas que llegan con amenazas. No sabes cómo, por qué, por cuánto y eso crea una desconfianza general en el Estado y promueve el sentido de inferioridad. Podría ser parte de la estrategia o simplemente no les importa”, expresó Fernández.

En el caso de Vietnam, el censo de 2003 reflejó más de 600 familias residentes. Ahora debe de haber poco más de 300, en su mayoría compuestas por personas ancianas.


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Sara Justicia Doll


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