Hastío

Hastío

A sólo diez días de las elecciones generales lo que impera en el país es el hastío, ese sentimiento desolador que nos lleva a creer que todo está escrito y no queda camino por andar. Es el resultado del empacho que producen las constantes revelaciones de la traición que desde el gobierno engendraron aquellos llamados a velar por el pueblo que los llevó hasta sus puestos como administradores de nuestros bienes.

Este ha sido por mucho el peor cuatrienio que gobierno alguno pudiera dejarnos en el recuerdo. No porque antes el pillaje no conociera a nuestros políticos, ahí tenemos los ocho años de Pedro Roselló. Cuarenta funcionarios y contratistas acusados y muchos convictos por actos de corrupción bajo su administración en el tribunal federal.

Injuria sobre ofensa, eso han sido los pasados 48 años que nos trajeron hasta esta orilla donde estamos atascados. ¿Recuerdan aquella propuesta de Rosselló padre para crear una comisión de la Verdad y la Reconciliación para perdonar a los que le robaron al pueblo? Ese año 2008 ganó Luis Fortuño quien junto a Abel Nazario rechazaron de plano la propuesta. Uno fue el artífice de la Ley Siete que dejó en la calle 30 mil trabajadores y el otro fue acusado por actos de corrupción en el municipio de Yauco donde era alcalde.

La comisión debió ser una broma de mal gusto de parte de un exgobernador que como otros buscaba la reelección. Al día de hoy ninguno de esos acusados ha pedido perdón al país por sus faltas. Cumplieron sus condenas, los que fueron atrapados, y desaparecieron del mapa político sin restituir un centavo de lo robado y muchos disfrutando de pensiones que ya se habían agenciado por adelantado.

La corrupción en el gobierno es como esa mancha de agua en el techo que poco a poco se hace más grande mientras lo debilita. Tarde o temprano caerá sobre nuestras cabezas. Es un cúmulo de escándalos que erosiona la confianza del pueblo en sus instituciones, perdemos la fe hasta en la luz eléctrica, nunca antes mejor dicho que en estos tiempos.

No le echamos el cubo de agua a todos los políticos que tuvieron el privilegio de llegar al gobierno con la confianza del pueblo, pero lo cierto es que en su mayoría han lapachado en el charco, unos aprovechándose a manos llenas y otros mirando hacia al lado, creyendo que eso los salva de la culpa cuando en realidad se hacen cómplices del saqueo. Si de algo estamos claros es que no existe candor en sus acciones.

La depredación no tiene fronteras y su codicia no repara en el daño que causan al futuro del país. Venden influencias, disponen del dinero público como si saliera de su bolsillo, negocian por debajo de la mesa con nuestros recursos naturales, le roban el dinero a los pacientes del sida, aceptan sobornos en una caja de zapato, dan uso indebido al personal y material público, subvencionan proyectos conscientes de que serán un fracaso, condonan deudas millonarias a sus amigos, le roban a nuestros niños, juegan con la salud del pueblo, no les avergüenza el nepotismo rampante en las instituciones que dirigen. Para ellos, que imponen las reglas al resto de nosotros, no le aplica ninguna.

El tres de noviembre acudiremos a las urnas con el ánimo desbordado. Pero, si como presagian algunas encuestas el bipartidismo podría volver a gobernar ya no será lo mismo. Gobernarán con la mayoría en contra, porque el hastío se transformó en certidumbre y el pueblo no descansará hasta recobrar el futuro que le arrebataron.

 


Sobre Daisy Sánchez
Daisy Sánchez

Su labor profesional en el campo del periodismo y la investigación le han merecido varios reconocimientos. Dos de sus libros han sido premiados: "Cita con la Injusticia" y "La que te llama vida: In?


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