Entre la pérdida y el olvido
Por: Angélica Otero
La entrevisté en su casa, que ya no parece una casa sino ruina. Su techo no existe. Las habitaciones no tienen camas y ahora son habitadas por palomas que defecan donde desean. Todo se perdió. Dentro de un pequeño cuarto aun residen algunos recuerdos: una fotografía antigua de dos hijos, ya deteriorada; un diploma sucio y manchado de una graduación de “kindergarten”; y algunos trofeos y reconocimientos de logros escolares.
Pensé que seguramente la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA) proveería las ayudas necesarias para la reparación del hogar. Sin duda, la casa había sido gravemente afectada por el huracán María. Era una casita de madera en el barrio Sábana Hoyos de Vega Alta que no pudo soportar la ferocidad del viento y la lluvia.
-FEMA me denegó las ayudas- dijo Iris Pantoja Santana, dueña de la casa.
Sorprendente. Las ayudas fueron denegadas debido a que no había pagado la factura de la luz previo al huracán. Simplemente no tenía los recursos para hacerlo. FEMA planteó que la casa no era su hogar dado a que era inhabitable por la falta de luz. Pero, Pantoja vivía en esa casa aunque no tuviera luz; y vivía con sus dos hijos, uno de los cuales es menor de edad. Aun no tiene los recursos para pagar la factura de luz, y mucho menos para pagar las reparaciones de la casa. Así Iris pierde su casa de 26 años y esta vez para siempre.
Pantoja y sus dos hijos fueron a residir con una sobrina que reside en el mismo barrio. Esta recibe ayudas federales que aportan con el pago de su vivienda. Iris y sus hijos no estaban registrados dentro de la lista de residentes que requiere el programa de vivienda y tuvieron que desalojar el hogar, luego de que un vecino reportara a su sobrina. Ahora viven con la hermana de Pantoja, quien también reside dentro del mismo barrio. No obstante, la estadía no ha sido placentera. Su hermana les niega alimentos muchas veces, y también les niega entrada a la casa cuando sale a trabajar. Algún vecino les ofrece comida, si tienen suerte. Además, la mayor parte del barrio se encuentra sin luz. Todavía hay cables caídos, y se puede observar a empleados de la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE) trabajando.
-Lo poco que escuchamos por ahí de ellos mismos [empleados de AEE] es que no tienen el material suficiente para poder terminar- explicó Karina Pantoja, sobrina de Iris Pantoja.
Iris estaba llorosa. Hablaba en voz baja, con los hombros caídos.
–¿Cómo se ha afectado su estado emocional o físico a raíz de esta catástrofe?
Hubo un silencio prolongado. Iris miró a Karina.
-No ha sido fácil para ella. Cayó en una pequeña depresión- respondió Karina.
Nos encontrábamos sentadas entre los restos de su hogar. Había cierto sentido de desolación. , Tras escuchar sobre la pérdida de su hogar, la falta de alimentos; los saltos de casa en casa y la falta de ayudas económicas, me pareció evidente que estaba necesitada de muchas ayudas.
–¿Qué tipo de ayuda necesita actualmente?
-Una cama- contestó en voz baja.
–¿Se siente abandonada y olvidada por el gobierno?
-Así mismo.
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