Cartones mojados: un Ángel en las calles y sin techo

Cartones mojados: un Ángel en las calles y sin techo

En una de sus primeras noches en la calle, deambulando por el área de Hato Rey, Ángel Martínez Hernández sintió la lluvia caer fuerte. Antes de poder llegar a un techo su ropa  terminó empapada. En pocos segundos se dará cuenta que no puede cambiarse, pues no tiene nada más que ponerse. Tendrá que dormir en el cartón usual, ya estrujado y maltratado, pero esta vez con el frío bárbaro que trae la ropa mojada. Esta no será la última vez que Martínez Hernández se cobijará con sábanas de papel de periódico, más bien servirá como una representación fiel de los próximos quince años de su vida.

“A todos le puede pasar. Cualquiera, en cualquier momento, puede quedarse sin hogar”, concluye sin reservas  Edwin Otero-Cuevas, Director de Desarrollo y Recursos Externos en la Fondita de Jesús, la fundación sin fines de lucro para personas sin hogar donde Martínez Hernández, hoy a sus 57 años, trabaja como voluntario.


Antes de eso fue una persona común y corriente, criado en lo que él mismo describe como una “familia humilde y religiosa”, junto con sus dos hermanas: María y Migdalia. Martínez Hernández no empezó a deambular las calles de Hato Rey y Santurce hasta los 32 años de edad. Se graduó de la escuela superior, dónde se llevó de recuerdo un hábito de fumar marihuana, y estudió dos años de ciencias sociales y contabilidad en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. En su segundo año, decidió vender marihuana para poder pagar la matrícula. Fue unos meses luego, cuando los policías se lo llevaron por posesión de sustancias controladas, que decidió darse de baja de la universidad e irse a vivir nuevamente con sus padres: Juan y Mercedes.

El Índice Federal de Pobreza, a principios de la década del 80, marcaba bajo el nivel de pobreza a todas las familias de cinco integrantes (como era la de Ángel) que produjeran $10,840 o menos anualmente. Esa cifra equivale a alrededor de $30,170 en el 2019.Según Otero-Cuevas, en esa década de los 80, cuando Ángel comenzó a deambular, la persona sin hogar no tenía las redes de apoyo que existen hoy, y el perfil del deambulante era muy diferente. Se veían mayormente drogadictos y personas con problemas de salud mental. Sin embargo, hoy día se ven mucho más jóvenes de 17 a 21 años, que muchas veces salen del sistema de hogares sustitutos; se ven más mujeres y más personas de edad avanzada. La crisis de desempleo que arrasa con la isla también es un factor directo que afecta la diversidad de personas que no tienen hogar.

Gráfica: Departamento de la Familia.

Cuando Ángel cumple 26 años, ambos padres mueren de causas naturales. “El apoyo de mis padres lo era todo para mí, fue bien difícil”, confesó Martínez Hernández. Migdalia, su hermana menor, vive en Boston. Trató de vivir con María, su hermana mayor, pero no le gustaba vivir bajo sus reglas, así que hizo una decisión de la que luego se arrepentiría, y prefirió probar su suerte en la calle. Y así, repentinamente, por primera vez en su vida, Ángel está solo.

Sin lugar a dónde ir, Ángel decidió hacer las calles de Hato Rey su hogar. En este punto, se entregó a una rutina de cocaína y crack. Para consumir esas drogas o para dormir, comenzó a meterse en edificios abandonados, los mismos que todavía hoy día se ven en el área de Santurce y Hato Rey.

En muchos puntos de Hato Rey y Santurce pueden verse edificios y estructuras abandonadas a su suerte.

Ángel sabía que regresar a la casa de su hermana no era opción, pero quedarse en la calle para siempre tampoco lo era. “Yo estudié, yo no era como los otros deambulantes. Yo quería salir, y sabía que iba a salir”, recuerda Martínez Hernández. Con esa meta, en el 1993, encuentra por primera vez la Fondita de Jesús. No se queda allí por mucho, pero luego de dos estadías en un centro de détox en la década del 90, regresa a la Fondita en el 2000, esta vez para quedarse.

La Fondita de Jesús se fundó en 1984 y es una fundación sin fines de lucro de base comunitaria que trabaja para facilitarle recursos y apoyo a personas sin hogar. Provee artículos de primera necesidad como: ropa, calzado, duchas, casilleros y comida. Además, cuentan con servicio de trabajo social, sicología, consejería de adicción y educación de salud, entre otras.

Gráfica: Departamento de la Familia.

Hoy día Ángel lleva quince años con techo propio. Tiene un pequeño hogar a 30 minutos a pie de la Fondita, caminata que hace diariamente sin quejarse. Allí pasa todos sus días, trabajando como voluntario y tratando de ayudar a personas que están en el mismo lugar donde él alguna vez estuvo.

Desde hace por lo menos un año intenta  de reconectarse con su familia. En el 2018 pasó un tiempo con su hermana menor en Boston, quien le dijo que se puede quedar allí el tiempo que quiera. Ángel, sin embargo, rechazó la oferta, y decidió quedarse en Puerto Rico.

“Yo soy feliz”, así describe su vida Ángel hoy. Y todos los días cuando camina de su casa hacia la Fondita, y ve el cartón de un deambulante tirado en el suelo, su memoria vuela a aquellas noches oscuras y frías bajo la lluvia de San Juan.

En el 2017, de las 3,501 personas sin hogar contadas en la isla, más del 25% estaban en el municipio de San Juan. (Juan Luis Martínez Pérez/El Nuveo Día)

* Este reportaje forma parte de la serie sobre “Pobreza y desigualdad social en Puerto Rico” producida por los alumnos del curso “Redacción periodística” que dicta el profesor Luis Fernando Coss en el Recinto de Río Piedras, Universidad de Puerto Rico.


Sobre Luis Soto
Luis Soto

Es estudiante de Información y Periodismo de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Colabora con Puerto Rico Te Quiero como parte del curso Redacción Periodística II.


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