Al son de la bomba entre niños y adolescentes

Al son de la bomba entre niños y adolescentes

por Asheley Tejada y Ana Umpierre

concierto en upr
Concierto en la Universidad de Puerto Rico.

Como bautizada por los ancestros africanos, así comenzó el amor por la bomba y la descendencia africana de Mar Ashley Cruz. A varios días de cumplir sus 22 años, en un sueño de esos que parecen realidad, tuvo un encuentro con un pasado ancestral que “lleva dentro” y, a través de ese encuentro casi mítico, creó un tipo de conexión especial con la bomba.

Desde hace dos años Cruz es la maestra de baile de bomba en el programa Corporación de las Artes Musicales, donde comenzó siendo voluntaria durante el primer año. Este proyecto propone ofrecerles a las comunidades pobres clases de baile, viento y percusión de forma gratuita a los niños con la idea de entretenerlos y alejarlos del ocio y las malas influencias.

En este sueño, Cruz narró que vio a su tío paseando de un lado a otro desesperado y confundido. Al ésta preguntarle qué le sucedía, él se paró de frente, colocó su mano en el pecho de ella y comenzó a hablarle en un dialecto, que según entendió, era africano. Al terminar la oración, ella sintió dentro de sí el repique de unos tambores, su tío sonrió y le dijo que ya estaba listo. Luego de esto, también le presentó a un hombre negro muy alto,  le dijo que era su protección y que la acompañaría desde ese momento en adelante.

Mar Ashely Cruz, maestra de bomba en el CAM
Mar Ashley Cruz

Ese mismo día mientras estaba en Bayamón, escuchó el mismo repique de tambores que había sentido dentro de sí en el sueño. Siguió el sonido y llegó a un gazebo,  donde vio a un hombre negro “pipón” y un grupo de señoras bailando al ritmo de los tambores. Intrigada por el baile y el ritmo preguntó si eran clases o una presentación. Tras responderle que eran clases, sin dudarlo, se unió al grupo para aprender. Así explicó Mar cómo llegó a conocer sobre el baile y  posteriormente a ser maestra de bomba.

Aunque es de Guaynabo, esta llega hasta Loíza todos los días para ofrecer las clases de bomba a los niños de las distintas comunidades y sectores del municipio. En un inicio, los niños, que fluctúan entre los 7 y 16 años de edad, iban solos a tomar las clases. Esto se debía a la división de sectores que hay en el pueblo ya que, por lo general, estos no se relacionan entre sí, pero la maestra señaló que “el programa, de cierta manera, ha logrado unificar todo eso… no tan solo a los niños sino también a los papás y a la comunidad”.

Respecto al baile, Cruz mencionó que a través de este es importante que uno transmita un sentimiento. Por esa razón les enfatiza a sus estudiantes la importancia que tienen los movimientos y que deben tener en cuenta qué sentimientos ellos quieren transmitir al público al momento de presentarse. Expresó que “a través de la bomba uno puede hacer que una persona se interese mucho por lo que es su cultura y sus raíces, como es lo que ha pasado con los nenes ahora mismo… tienen un interés y un entusiasmo por su cultura increíble”.

Corporación de las Artes Musicales en Loíza

Por otra parte, con el propósito de cumplir un rol social, la Corporación de las Artes Musicales (en adelante CAM), creó el programa músico-social que actualmente se implementa en tres comunidades: Canteras, el barrio pájaro de Toa Baja y Loíza.

El coordinador del Centro de Loíza, Roberto Damián Rodríguez Delgado, explicó que este programa con base educativa se estableció en esa comunidad hace alrededor de tres años. En un inicio el programa fue llevado a la escuela vocacional de Loíza con intención de crear una “marching band”, pero no funcionó debido a “la cultura… llamó más la atención el tambor, el cuero”. Por tal razón, desde hace dos años se cambió el concepto, actualmente ofrecen clases de baile de bomba, percusión y viento en el Centro María de la Cueva.

Al momento, participan más de 30 niños de distintas edades. Estos tienen la oportunidad de aprender a tocar instrumentos como: saxofón, trompeta, flauta dulce, guitarra, bajo eléctrico, batería y otros instrumentos de percusión. Cabe señalar que el programa les presta a los estudiantes el instrumento que desean aprender a tocar. Los fondos para costear las clases son obtenidos por el CAM, en su mayoría, de entidades y fundaciones benéficas.

Para Atlaynies Dávila, quien inició en clases de batería y actualmente está en clases de baile de bomba, este programa le permite llevar el mensaje de que  “Loíza no es lo que aparenta… que todo lo que hay en Loíza no es malo”.

Por otra parte, el director musical y artístico del CAM en “la capital de la tradición”, William Cepeda, es el encargado de componer las piezas musicales que cantan y tocan los niños. A través de la composición de canciones como “La violencia no deja na’” y “Mi destino soy yo”, el músico busca ayudarlos a romper el patrón de violencia que hay en la sociedad.

“La música es el gancho para poder guiarlos y darles herramientas para que ellos puedan ser mejores seres humanos”, dijo Cepeda. El también trombonista profesional explicó que a través de la música trabajan con la autoestima de los niños, promueven los valores, la sensibilidad como ser humano y mostrarles que hay una mejor forma de vivir.

Esto queda evidenciado en el desempeño de Sander Rivera, que tiene 14 años y es aprendiz del saxofón desde hace un año. Comentó entusiasmado que el programa le ha ayudado mucho tanto en lo musical, como a sobrellevar muchos de sus miedos. Y con la seriedad de quien ha vivido varias décadas, añadió que “Loíza no es un pueblo de nadie, como dijeron en un reportaje en la televisión, que en Loíza sí hay futuro y hay personas brillantes… Loíza se va a poner en alto”.

Rubén Rodríguez Rodríguez, quien es maestro de viento en el CAM por los pasados tres años, expresó que “el talento que tienen (los niños) es brutal. En el tiempo que tienen han dominado un montón las destrezas que le toma a otros muchos años”. Evidenció el hecho de que a estos jóvenes les gusta lo que están haciendo en el proyecto, pues a las seis de la tarde aún estaban practicando en el salón. Agregó a su vez que la enseñanza va más allá de tocar los instrumentos, si no que además se les instruye la parte teórica.

De igual forma, Cepeda señaló la importancia de programas como estos porque muchos de los padres de los niños no cuentan con las herramientas necesarias para ayudarlos y es por esto que, tal vez, “se quedan por ahí dando bandazos”. Además, como loiceño, el director musical y artístico se identifica con la comunidad, entiende el contexto social y esto le permite brindarles más ayudas a estos músicos y artistas en formación.

Sin embargo, muchos de los padres de los participantes dicen presente durante los ensayos y en las actividades, demostrando su apoyo. Así lo evidenciaron Doris Díaz quien es madre y tía de varios participantes, y Norma Santiago quien es bisabuela de uno de los jóvenes. Díaz expresó que el programa “los ha unido como amigos. Se les habla, se les inculca valores, se les habla de que lo primordial es tener disciplina”. Santiago, a su vez, concordó con Díaz, respecto al beneficio que ha tenido el programa en su bisnieto quien es un estudiante de educación especial, pues le ha permitido mejorar sus notas, su conducta e inclusive mejorar sus destrezas en percusión.

En varias ocasiones ambas resaltaron que el programa no solo ha sido beneficioso para los niños y jóvenes participantes, sino que también ha permitido que los padres se integren más y compartan con padres de otras comunidades. Y es que este programa cuenta con la participación de niños y jóvenes de distintas partes de Loíza, lo que permite que dejen a un lado esas diferencias y problemas entre comunidades y colaboren en un mismo espacio y para un mismo propósito: aprender, disfrutar y promover la cultura.

Ninos-del-CAM-con-barriles
Los niños despliegan su talento en los barriles de bomba.

Respecto a la parte cultural que trabaja el programa Mar Cruz recordó una anécdota reciente, en la que llegaron dos bailarines europeos quienes habían ganado recientemente un concurso que les permitía viajar por el mundo para conocer los diferentes tipos de bailes y sus culturas. Su primera para fue en Puerto Rico, comenzaron en Santurce y finalizaron en Loíza donde visitaron el Centro María de la Cueva, sede del CAM. Comentó que cuando ellos vieron a los niños y jóvenes del programa bailando “se quedaron bobos. Me acuerdo que la muchacha me decía es que ellos al bailar parecen gente mayor”.

Esto ha sido, sin duda alguna, un logro más allá de lo profesional para Cruz. Pues cuando comenzó a trabajar con esta comunidad recibió muchas críticas y tuvo algunos traspiés. En especial, el hecho de no ser loiceña, pero querer ayudarlos como si fuera parte de ellos no era del todo bien visto. No fue hasta la primera presentación en público que tuvo el grupo que, tras ver los resultados, entre lágrimas de alegría y nostalgia, recibió las felicitaciones y agradecimientos de los padres de los niños.

Entusiasmada, dijo: cuando uno se deja llevar por la música y la buena vibra que le rodea, lo que se proyecta “es otra cosa”. Esto es precisamente lo que sucede con sus estudiantes, “proyectan de una manera bien fuerte esa buena vibra que ellos están transmitiendo, esa energía ancestral que uno lleva”.

Cruz hizo hincapié en la parte espiritual porque eso forma parte de la historia, el baile y la cultura.[vimeo width=”750″ height=”563″]https://vimeo.com/155284982[/vimeo]

* Reportaje realizado por Asheley Tejada y Ana Umpierre, del seminario de la revista PUERTO RICO TE QUIERO que imparte el profesor Luis Fernando Coss en la Escuela de Comunicación-UPR Río Piedras.


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