Libro sobre la soberanía alimentaria
Reseña del libro:
Sembramos a Tres Partes: Los surcos de la agroecología y la soberanía alimentaria por Nelson Álvarez Febles
Hace algo más de un año, Nelson Álvarez Febles me comentó que estaba trabajando en un libro, y que le gustaría contar con mis insumos. Cuando comenzamos el proceso de revisión, recuerdo decirle en ocasiones que lo encontraba muy floreado. A eso Nelson me contesta, “pero Katia, es que yo soy medio poeta”. Es precisamente con esas habilidades literarias que el autor nos presenta la historia de la agroecología a nivel mundial con todos sus logros y traspiés, resaltando la lucha contra grandes intereses que la cultura del agro confronta continuamente.
El concepto de la siembra a tres partes como práctica agrícola tradicional es tener presente que siembras una parte para la familia (auto-sustento), una para los vecinos (trueque o mercado) y una para las sabandijas (pérdidas). Utilizando esas dotes de poeta que nos invitan a sentarnos con un buen café, aprender del pasado, evaluar nuestra situación actual y soñar futuros, el autor nos presenta más que un libro sobre prácticas agrícolas: Sembramos a tres partes es un recorrido por los componentes de la agroecología y de nuestra historia.
El libro comienza con una base científica sólida, compartiendo importantes estadísticas, definiciones y referencias desde la ciencia agroecológica. De este recorrido pasa al rescate de las prácticas agroecológicas, y describe cómo la pérdida de tecnologías tradicionales de siembra, resultado de la destrucción de estilos de vida que sustentaban la productividad local, ha derivado en un sistema agro-alimentario inherentemente injusto y explotador.
El texto parte de las injusticias sociales causadas por esa homogenización como pie forzado para mostrarnos la cara política de la agroecología: los movimientos sociales y el compromiso con la justicia social. En su análisis de los surcos de la soberanía alimentaria, se describen clara y detalladamente los dos paradigmas actualmente existentes en el manejo de la agricultura y los alimentos: (1) el sistema reduccionista y explotador, y (2) un sistema alterno que se nutre de diferentes maneras de ver y vivir la vida. La premisa clara de Sembramos a tres partes es que no PUEDEN coexistir ambos sistemas, se confrontan, uno domina al otro.
Lo que transmite este libro es un compartir de maneras de vivir la vida que nos enriquecen en conocimiento y práctica. A través de un complejo marco legalista se imposibilita la existencia de cualquier otra forma de vida que no se subyugue en práctica, pensamiento y hasta en tierra o carne propia al sistema dominante. Álvarez Febles nos desglosa el marco legal que lleva a una creciente brecha entre el más pobre y el más rico. Su análisis resalta cómo el control corporativo de nuestro sistema de producción y de distribución de comida lleva ineludiblemente a la pérdida de la capacidad local de autoabastecerse y a una reducción en la resiliencia y supervivencia de los pueblos y la naturaleza.
Resalta, haciendo eco de otro prolífico escritor nuestro, Carmelo Ruiz Marrero, la futilidad de confiar en la tecnología, recordándonos como la solución a un problema no puede ser más grande y compleja que la anterior, pues simplemente es otra forma de mantener ese sistema fallido a flote. Nos demuestra que en efecto la solución más sencilla es la más completa. A partir de una cosmovisión basada en la multiplicidad, se rescata un vasto “entramado” de interconexiones biológicas y sociales que crea y cree en espacios para la convivencia y complementariedad.
Es aquí donde el autor nos regala uno de los muchos momentos de diálogo con el lector que nos hacen respirar profundo y seguir abundando en ¿cómo? El libro nutre nuestra mente y espíritu con las historias de resistencias pequeñas y aisladas o grandes y exitosas, pero resistencias. Múltiples focos de acción que hacen honra a las posibles coexistencias y vivencias que se han negado a dejar de existir ante un sistema global que parece destinado a tragarnos. El autor utiliza su trayectoria de vida para ofrecernos una ventanita a lugares y luchas en muchos casos compartidos con pocas personas, pero que al leerlo dan la certeza de que esa misma conspiración y acción la están llevando a cabo otros grupos en muchos otros espacios. El autor hace referencia a piezas claves en la historia que quizás ayudaron a hilvanar algunos de estos núcleos, como lo fue el libro de Rachel Carson alertando sobre los plaguicidas o la visión del Cacique Seattle sobre la integralidad de la naturaleza.
El autor hace algunas aseveraciones que muchas veces están ausentes en análisis previos. Como estudioso, ubica la agroecología en la línea cronológica de luchas sociales y del movimiento ambiental, dos vertientes que tienden a verse a menudo como antagónicas. Nos habla con gran facilidad de ambas, como recorrer un camino conocido en zapatos cómodos, una facilidad que pocos comparten. No obstante, Alvarez no nos deja descansar en la cómoda fachada de la sustentabilidad o de una agroecología a medias. En su recorrido histórico, describe cómo las plantaciones madereras renovables y el sello orgánico han sido cooptados, como parte del sistema de explotación que nos lleva a la injusticia social, al desgaste y la contaminación de nuestro ecosistema.
Además, nos describe los peligros de la producción transgénica, los impactos de los transgénicos en la salud, la incapacidad que tenemos de controlarlos, y cómo las multinacionales utilizan esa falta de contención a su favor para ganar poder sobre fincas fuera de su control, atentando contra nuestro más básico derecho: el poder reproductivo. Los genes modificados cruzan de un lado a otro trayendo espacios enteros al ruedo de la producción del sistema agroindustrial aun ante la más tenaz resistencia.
Agraciadamente, el autor no nos deja en este escenario tipo paisaje desértico de Mad Max. Movimiento tras movimiento y ejemplo tras ejemplo este libro nos alimenta con resistencias y victorias en México, Uruguay, Argentina, Puerto Rico, entre otros países latinoamericanos. Luego de un recorrido histórico por el pasado, y una radiografía del presente, el texto nos confronta con sugerencias para el futuro. ¿Es realista entonces plantearnos la agroecología como herramienta para la justicia y para alimentar al mundo? Alvarez Febles nos contesta con un rotundo “SÍ, PERO”.
La afirmación no es un “sí se puede” de porras o vítores vacíos. Es un sí categorizado con obstáculos necesariamente reconocidos, con pasos claros de ajustes que tenemos que hacer desde nuestros cuerpos, como personas, a nuestra finca, hasta nuestros colectivos y grupos para derrocar ese otro sistema que nos oprime y explota interna y externamente. La lectura nos invita a la transformación de nuestro ambiente físico y social desde la montaña hasta el huerto urbano, con colectivos de producción que van de brigadas a fincas familiares a huertos comunitarios y todas las posibles combinaciones entre estos.
¿Por qué esta fe en la agroecología como herramienta? Pues la agroecología desde cualquier punto de análisis AUMENTA y mejora la producción, y el libro nos regala ejemplos a granel tanto en el cuerpo como en las notas y bibliografía. Desde los núcleos de producción y resistencias alternativas se relata cómo comenzamos a dejar de resistir / sobrevivir para empezar a desplazar / expulsar al sistema opresor. El libro resalta cambios radicales (desde la raíz) mediante los cuales el método científico históricamente extractivista se transforma en uno participativo, y un complejo sistema legal se revierte en un régimen de derechos para, y en función de, las manos que producen. Estos nuevos sistemas reconocen el derecho a la semilla, al territorio y al patrimonio. Los ejemplos incluyen el Movimiento Zapatista, la Vía Campesina y su metodología de Campesino a Campesino, la recampesinisación y una nueva valoración de lo que es el “éxito” a través del Buen Vivir desde los derechos de la naturaleza, que ya se ha incorporado en el ordenamiento jurídico de varios países.
En el proceso de revisar el libro, recuerdo que le insistía a Nelson que el libro debía tener tres partes, además de la primera sobre políticas para la sustentabilidad alimentaria y la segunda sobre la colonia y la soberanía alimentaria en Puerto Rico. “Tiene que darnos una tercera parte”, le decía yo. Él sencillamente me contestaba “se quedaron dos.” Ahora terminando su libro me doy cuenta de cuán necesaria fue la resistencia. Tres partes hubiesen caído en la trampa de darnos la receta, de comenzar a hacer el trabajo por nosotros. Desde una perspectiva de políticas públicas, este libro nos prepara el terreno, nos ayuda a seleccionar la semilla y hasta nos da sugerencias específicas para que sembrar dónde y cómo, pero en su visión de poeta y científico Alvarez Febles nos deja a nosotros como lectores la responsabilidad de buscar y profundizar el dialogo con nuestro vecino, o con aquellas personas y organizaciones que acompañan desde las páginas del libro.
Nos inspira a escribir nuestra tercera parte, a tomar azadón, tenedor o bolígrafo en mano y comenzar la práctica liberadora de la siembra, sea desde nuestra trinchera social, científico-técnica o política. A poner en práctica la agroecología, con una base sólidamente local, pero que nunca pierda de perspectiva la visión universal de nuestras múltiples y diversas conexiones. Ese es el último y más preciado regalo de todo lo que nos da Nelson Álvarez Febles en su libro, convirtiéndolo en lectura esencial para tod@s los que queremos conocer nuestra historia, aprender de la agricultura ecológica o crear un nuevo sistema para el futuro.
Por Katia Avilés-Vázquez
La Dra. Katia Avilés-Vázquez, geógrafa por entrenamiento, trabaja en asuntos ambientales, estudia los aspectos sociales de la agroecología, enfocando en las medidas de adaptación de base comunitaria ante retos como el cambio climático.
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