En los últimos días, hemos visto una oleada de preocupación, de indignación y de desasosiego. La realidad fiscal del país nos ha puesto frente a frente con la dura realidad de llegar al punto de que el país se torne insostenible.

Hoy, los tiempos requieren no solo a las mejores mentes con capacidad administrativa sino también, aquellos que le añaden o le han añadido por décadas el corazón a Puerto Rico.

El sector sin fines de lucro, que en estos días ha sido señalado como un costo para el país, en realidad ha sido la estrategia más costo efectiva con una inversión que también ha atraído fondos federales y un gran desarrollo del capital social que se queda y lucha por mejorar la calidad de vida del país.

Estas organizaciones cuentan con una gran fibra humana y han puesto el corazón para sufrir con el que sufre, soñar con el que no tiene esperanza, emprender los sueños de desempleados, desplazados y marginados, han dado acceso a la educación alternativa para aquellos que abandonaron su proceso educativo, de alimentar la esperanza del hambriento, de vestir al desamparado, de tratar con tacto, dedicación y esmero a nuestros extraordinarios hermanos y hermanos con necesidades especiales, de darle techo al desprovisto de hogar.

Organizaciones como estas, son las que todos los días luchan por salir a enfrentarse a un mar de retos, solamente inspirados por el amor, la pasión y el compromiso que tienen en el desarrollo pleno del ser humano. Cuando hablamos de derechos civiles, son las instituciones sin fines de lucro las que han plasmado la ruta de acceso.

Hoy, también el país nos reta a reinventarnos y al Estado a repensar sus prioridades. No queremos donación queremos inversión social.

Urge repensar.

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Sobre José Javier Oquendo Cruz