El vejigante y La Sirenita son negros ¿Y qué?

El vejigante y La Sirenita son negros ¿Y qué?

En estos pasados meses, personas que ocupan posiciones de poder hicieron expresiones racistas de forma abierta y pública. Como decía mi abuela “Para muestra con un botón basta”. Escuchar expresiones racistas desde el poder es un asunto preocupante y demasiado peligroso. El saldo positivo que se obtiene de experiencias como estas es saber identificar las manifestaciones racistas, las personas que las ejecutan y el nivel de poder al que tienen acceso. Esto como información valiosa para avanzar en la erradicación de este mal social que afecta a miles de afropuertorriqueños.

Fueron 461, 498 personas en Puerto Rico que se autoidentificaron como negras en el Censo del 2010. Este recuento poblacional del 2010 ha sido el mejor, a mi entender, que registra el número de personas negras a diferencia de los censos realizados en 2000 y 2020. Aunque el número porcentualmente (12.38%) está por debajo de lo observado en la población puertorriqueña en general; este es un elemento cuantitativo al cual que se le debe prestar mayor atención.

Entonces, al 12% de la población puertorriqueña nos afecta, daña y perjudica el racismo antinegro. Este es un fenómeno sistémico y por tanto abarca distintos niveles que van desde lo estructural, institucional y hasta la vida cotidiana. Tiene su base en una ideología violenta pues lacera la dignidad humana y pretende degradar el ser por medio de la palabra, la inacción, la exclusión y muchas otras acciones que perpetúan la desigualdad y la marginación.

Según la ONU “el racismo empuja a los afrodescendientes a los estratos más bajos de la sociedad y se agrupan entre los más pobres de los pobres. La discriminación que sufren los afrodescendientes perpetúa ciclos de desventaja y transmisión intergeneracional de pobreza, que impiden su desarrollo humano”. En Puerto Rico el racismo antinegro siempre sigiloso, aunque escondido tras la falsa teoría de la democracia racial y la unión armoniosa de tres razas en la identidad puertorriqueña; desmantela la discusión abierta, inteligente y justa tan necesaria para combatir este problema social. Entonces cuando las personas negras denunciamos el racismo comienza toda una campaña mediática de silenciamiento colectivo. Y siempre mi respuesta a este silenciamiento será que es imperativo hablar del racismo, sus manifestaciones y consecuencias para desarrollar las herramientas y acciones afirmativas que conduzcan a la eliminación de todas las formas de discriminación racial.

De vuelta al tema de manifestaciones racistas por personas en posiciones de poder. Traigo dos ejemplos para apuntar que no son casos aislados ni mucho menos fortuitos al menos para el 12.38% de la población en Puerto Rico. Una de estas manifestaciones racistas se registró en Ponce con la primera dama municipal al señalar que el vejigante es un espíritu de temor, además, condenó la cultura como “porquería y pecaminosa”. No hay espacio en este artículo para analizar con amplitud esta manifestación racista de corte religioso, pero considero necesario relacionar que desde la religión cristiana lo no cristiano o lo que no está dentro de los estándares hegemónicos es considerado maligno, pagano o diabólico. Es decir que al vejigante, al cual se le atribuye su procedencia africana, también, de manera racista, se le caracteriza simbólicamente como representante del mal. Siendo entonces el vejigante antagónico a la fe cristiana de la primera dama ponceña. Recordemos que Ponce es uno de los primeros diez pueblos con mayor población negra en la Isla. En la Ciudad Señorial el 9% se identificó como negra en el Censo 2010, es decir, 14,896 almas ponceñas podrían decidir una elección.

Agarrada también, del cristianismo aparece de sopetón, cual genio de la lámpara, una líder religiosa arremetiendo contra los negros, aunque gritando hizo la salvedad ¿Quién en Puerto Rico no es negro? Continuó con su inquisidora voz diciendo: “¿qué malo tiene que se les llame negro, a los negros”? Pues desde mi punto de vista no tiene nada de malo que se nos diga negras a las personas oscuras de piel siempre y cuando no sea con la intención de lastimar, lacerar, degradar nuestra dignidad o de amplificar el odio o el temor que se nos tiene. Y desde ese odio y temor la líder religiosa detrás de su púlpito pastoral cuestiona “¿Qué están buscando los negros… privilegios? Indica, además, que las personas negras somos racistas y otros improperios desacertados que, desde su concepción, le falta a la verdad y distorsiona las luchas legendarias por la defensa de nuestros derechos que hemos asumido las personas negras en Puerto Rico, en Estados Unidos y en todo el mundo.

La primera dama ponceña fue contra el vejigante y lo llamó espíritu de temor. La pastora embistió contra el filme La Sirenita porque en su nueva versión está personificada por una joven negramente hermosa a quien la pastora agredió violentamente con la palabra fea. También, fueron atacadas con esta acción racista y violenta desde el púlpito las niñas negras que se identifican con este personaje, las que van a su iglesia (si alguna), y las nietas, hijas, hermanas, sobrinas de las 461, 498 personas afropuertorriqueñas que habitamos esta hermosa tierra borincana.

El verdadero poder está en el pueblo si éste ejerce con sabiduría sus derechos y deberes. Es nuestro deber educarnos y responder con justicia ante los acontecimientos de la historia. La esclavitud negra en Puerto Rico fue abolida hace apenas 150 años y todavía no hemos conseguido como país reparar el daño causado a nuestra población negra. Todavía estamos combatiendo el racismo y las violaciones de derechos que éste acarrea. Es hora que el racismo termine y que se ponga un cese y desista a todas las personas que, como la primera dama ponceña y la pastora cristiana, hacen expresiones racistas desde sus posiciones de poder. Somos más de 461,498 las personas negras en Puerto Rico que tenemos el poder de hacer valer nuestros derechos. Somos capaces, inteligentes y lo suficientemente poderosos para exigir la erradicación del racismo en nuestro país. También, por eso nos temen.


Sobre Maricruz Rivera Clemente


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