El colapso del modelo de dependencia colonial: cuando se acaba el cuento del PNP y el PPD

El colapso del modelo de dependencia colonial: cuando se acaba el cuento del PNP y el PPD
El miedo ha sido la herramienta más eficaz del coloniaje. Pero ese miedo se desvanece cuando la gente se educa y comprende que la verdadera pobreza no es la económica, sino la política.

En Puerto Rico, el mito de la dependencia como salvación está comenzando a desmoronarse ante los ojos del pueblo. Durante décadas, los partidos coloniales --el Partido Nuevo Progresista (PNP) y el Partido Popular Democrático (PPD)– han vendido la ilusión de que las llamadas “ayudas federales” eran el fruto de su gestión y la prueba de su “eficacia” en Washington. Sin embargo, la realidad se impone: lo que construyeron no fue progreso, sino un sistema frágil, clientelista y completamente dependiente de decisiones externas.

Hoy, con un gobierno republicano en Washington y un PNP en el poder en San Juan, Puerto Rico enfrenta el riesgo de perder los beneficios que durante años se presentaron como logros políticos. La reducción y eliminación gradual de subsidios federales-- tanto en Estados Unidos como en los territorios - es una tendencia visible y en marcha. Como sabemos, la colonia puertorriqueña carece de cualquier poder político para influir en esas decisiones.

La trampa de la dependencia

La dependencia fue convertida en un dogma político. Se institucionalizó como un mecanismo de control político y electoral. Cada elección se convirtió en una subasta de promesas: más fondos federales, más programas, más “ayuda” para el pueblo. Irónicamente, esas “ayudas” son fondos de los contribuyentes estadounidenses. Así, el PNP y el PPD construyeron sus maquinarias: alimentando una cultura política y redes de corrupción que premian la sumisión y castigan la independencia económica y mental.

El problema no es la existencia de asistencia social (ninguna sociedad moderna prescinde de mecanismos de apoyo) sino su uso como arma política para mantener al pueblo pobre y sumiso. Se enseñó al pueblo a medir el éxito de un gobierno no por su capacidad de crear riqueza y levantar la economía, sino por su habilidad de atraer y “asegurar” fondos federales. Ese modelo no solo es insostenible: es moralmente corrupto, porque perpetúa la desigualdad y destruye la autoestima colectiva y potencial de un país.

La falacia del miedo

Durante años, los anexionistas y colonialistas repitieron la misma amenaza: “Si llega la independencia, se acaban las ayudas”. Ese era el cuco que usaban para manipular al elector boricua. Pero el tiempo ha revelado la falsedad de ese discurso. Las ayudas se están acabando de todos modos, no por la independencia, sino por decisiones unilaterales del Congreso y de la Casa Blanca --las mismas instituciones a las que los partidos coloniales juraron lealtad absoluta.

Hoy, los recortes de fondos federales afectan programas de salud, educación y vivienda. La inflación, la falta de empleo y oportunidades, y el aumento del costo de vida incrementan, y la economía informal crece porque la estructura económica local no puede sostenerse. El discurso de “más fondos federales” ha perdido credibilidad porque el dinero que llega no genera desarrollo, solo dependencia y más pobreza. Y cuando el pueblo empieza a cuestionar esa realidad, entre la pobreza y los apagones, los políticos coloniales reviven el fantasma del comunismo, como si exigir soberanía fuera sinónimo de dictadura o pobreza.

El miedo ha sido la herramienta más eficaz del coloniaje. Pero ese miedo se desvanece cuando la gente se educa y comprende que la verdadera pobreza no es la económica, sino la política. Sin soberanía, no podemos hacer nada para levantar y rescatar a Puerto Rico.

La crisis del sistema bipartidista

El bipartidismo colonial está llegando a su fin. Las estructuras coloniales tradicionales ya no satisfacen las demandas del siglo XXI. Los jóvenes desconfían de los partidos PNP y PPD y buscan opciones que promuevan justicia social, soberanía, desarrollo sostenible y autodeterminación nacional. Aquellos que antes defendían la “seguridad” del Estado actual ahora admiten que esa seguridad era solo una ilusión.

El PNP y el PPD están atrapados en su propia trampa: construyeron su poder sobre una base que se derrumba. El modelo de dependencia colonial no solo es inviable económicamente; es incompatible con la dignidad nacional y las aspiraciones boricuas. Ningún país progresa dependiendo de otro. Ningún pueblo puede ser libre cuando su bienestar y futuro depende de presupuestos ajenos, de congresos extranjeros y de líderes traidores e ineptos que no lo representan.

El camino hacia la soberanía

Puerto Rico posee la capacidad, talento y recursos naturales necesarios para mantenerse y crecer como nación soberana. Sin embargo, para lograrlo, es fundamental romper con la mentalidad colonial que nos ha enseñado a desconfiar de nuestras propias capacidades. La independencia no significa aislamiento ni pobreza; implica tener el poder de decidir, producir y comerciar en igualdad de condiciones con otros países.

Un Puerto Rico soberano podría establecer acuerdos de libre asociación o cooperación económica con Estados Unidos, Europa y América Latina, sin estar sujeto a la tutela de nadie. Podría crear su propio sistema fiscal, atraer inversión foránea, desarrollar la producción nacional, fortalecer la agricultura y la industria local, y diseñar políticas de bienestar verdaderamente justas y sostenibles.

El fin de la dependencia no significa el fin del apoyo social, sino su transformación. En lugar de esperar por lo que “venga de afuera”, Puerto Rico podría crear su propia riqueza y construir un Estado capaz de garantizar derechos, fomentar el trabajo y proteger a los más vulnerables sin corrupción y servilismo político.

El despertar nacional

Los cambios están ocurriendo, y la gente se despierta. Cada reducción fiscal del gobierno federal, cada mentira de los partidos coloniales y cada intento de infundir miedo aceleran la caída del viejo régimen colonial. La historia muestra que ningún sistema basado en la dependencia y el engaño puede durar para siempre. La caída del modelo colonial no es una tragedia; es una oportunidad. Es el momento de poner fin a la sumisión política y nacional y comenzar una era de soberanía. Transformar nuestra humillación a una salvación. Puerto Rico no tiene que elegir entre dependencia o desesperanza. Tiene derecho a optar por libertad, dignidad y un futuro.

El pueblo puertorriqueño debe comprender que la verdadera traición no consiste en luchar por la independencia, sino en mantener vivo un sistema colonial que se está desplomando en tiempo real. Se acabó el tiempo del miedo. Ahora empieza la era de la verdad y la libertad.


Sobre Javier A. Hernandez
Javier A. Hernandez

Javier A. Hernández es un autor, escritor, empresario, asesor y defensor de la soberanía y la descolonización puertorriqueño radicado en Nueva Jersey y Puerto Rico.


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