El Cartel Solar

El Cartel Solar
Photo by yue chan / Unsplash

La quiebra de la compañía Sunnova Energy International Inc., financiadora de equipos de energía solar para residencias, ha repercutido en Puerto Rico muchísimo más que en Estados Unidos a pesar de lo minúsculo que es nuestro mercado comparado con el de los 50 estados de la nación norteamericana. Dicha empresa, especializada en la financiación de instalaciones solares en residencias mediante el modelo de arrendamiento a largo plazo (“energy-as-a-service”), tenía unos 441,000 clientes para marzo de 2025. De ese total, 80,454 (en la categoría de clientes con medición neta) estaban en Puerto Rico. ¿Por qué? ¿Qué hace a PR tan especial que el 18% de las ventas de esa empresa se realizó en esta pequeña isla del Caribe, solo por debajo de California? Además, su competidor en la isla, Sunrun, ya andaba por más de 40,000 clientes en la misma categoría de sistemas financiados bajo arrendamiento. Para los interesados, además de las ganancias por financiación de esas hipotecas eléctricas, una fuente importante de ingresos para Sunnova es (y para el nuevo dueño de esa empresa) la captura del llamado Federal Solar Investment Tax Credit (ITC) aplicable a cada instalación solar residencial. Además, capturaron más de $281 millones de los $440 millones asignados por el Departamento de Energía (DOE) para la recuperación y fortalecimiento del sistema eléctrico de Puerto Rico.

¿Por qué se ha generado tanto furor y preocupación por este evento, a tal punto que algunas personas bien intencionadas y conocidas en el mundo de la energía solar lo asumieron como si fuera un cataclismo del cual tenemos el deber moral de reponernos todos los ciudadanos de esta isla? “Amigo, ¡siga el dinero!”. Pero primero un poco de historia.

El triunfo del neoliberalismo a finales de los 80’s, y la desaparición del campo socialista, trajo aparejado el reenfoque de la lucha social desde la lucha de clases hacia los temas del medioambiente. De pronto, los intereses oligárquicos del mundo desarrollado encontraron una nueva oportunidad de crecimiento económico identificando sus imágenes publicitarias y de marca con los problemas ambientales. La cumbre de Río de Janeiro de 1992 marcó una especie de disparo de salida para el llamado desarrollo sustentable y el combate al cambio climático. Recordamos el chiste de mal gusto que era ver al Vicepresidente Al Gore, ya a final de siglo con talante dizque de científico, evangelizando al mundo sobre el cambio climático. El mundo corporativo occidental salivaba ante los trillones de ganancias que significaba la transición del uso de combustibles fósiles hacia fuentes de energía no contaminantes y renovables. Así entramos al nuevo siglo con la promoción frenética de alternativas energéticas “limpias”, incluyendo la aberrante idea de la tala de árboles para producir biocombustibles hasta llegar al absurdo de la promoción del uso del maíz, no para alimento sino para producir etanol como combustible de automóviles; la industria automovilística norteamericana promocionaba el llamado Flexfuel. Afortunadamente, la locura de los biocombustibles provenientes de productos agrícolas, no de sus residuos, ha quedado en el olvido y el esfuerzo clave se ha dirigido a eliminar la generación eléctrica mediante combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas) y sustituirla por fuentes limpias y renovables (paneles solares, molinos de viento y plantas hidroeléctricas). La energía nuclear, que es también limpia, representa el riesgo de accidentes y el peligro que representa la disposición de los residuos tóxicos del material radiactivo.

Desde luego, es una noble idea reducir el uso de combustibles fósiles, y por ende, la cantidad de bióxido de carbono en la atmósfera, que es la principal causa del desastre climático que el hombre ha ocasionado en el último siglo. Cada una de las soluciones tecnológicas que se han desarrollado tiene viabilidad (las hidroeléctricas llevan un siglo en explotación) y son un paso en la dirección correcta. El problema es que no son recursos continuos y por ende la energía que se obtiene es intermitente. Por lo tanto, no es práctico prescindir, en esta etapa del desarrollo tecnológico, del 100% de las plantas térmicas existentes (combustibles fósiles) y nucleares si se quiere garantizar energía eléctrica en todo momento. Sin embargo, la promoción capitalista de la energía renovable ha permeado tanto en Puerto Rico que hemos aceptado la ilusión de que estamos a la vuelta de la esquina para tener 100% de energía renovable. Entre políticos e incautos se ha desarrollado una especie de religión donde todo el que la cuestione es asesinado moralmente como si fuera un apóstata de la causa del bien común. Simultáneamente, la crisis del sistema eléctrico de la isla, a causa de la satanización y abandono de la AEE ante el afán por privatizarla, ha creado la conmoción y terror en el pueblo, haciéndole creer que su confort está en peligro y que hay que buscar la salvación individual colocando paneles solares en el techo de su casa. Esta ha sido la tormenta perfecta para que floreciera en la isla el CARTEL SOLAR. De pronto, un grupito de astutos emprendedores ha estado lavando oro a costa de la imperiosa necesidad de la gente de tener energía permanente en su hogar, no por ayudar al ambiente. En condiciones de mercado, el cartel tenía muy pocas posibilidades de prosperar pues son muy pocos los puertorriqueños que cuentan con $20,000, $30,000 ó $50,000 para invertirlo en una instalación eléctrica en su casa. Es ahí donde el concepto de “energía como servicio” de Sunnova y Sunrun se convirtió en el pie de amigo para la columna del cartel. A cada desesperado abonado de la AEE (y luego Luma), un vendedor ambulante o a domicilio le pregunta cuánto paga en su factura mensual de luz. Si el pago supera los $200 al mes, voilà!, es un candidato perfecto para recibir su kit de paneles solares (los que quepan en el techo) junto a unas glamorosas, vibrantes, brillosas y carísimas baterías e inversores solares Tesla. El vendedor le hace una oferta que usted no podrá rehusar: No tiene que invertir nada. Por un “paguito” mensual de unos $250, $300 (¡y hasta $400!) tendrá la fortuna de tener la tecnología espacial de Tesla en su casa, nunca se le irá la luz, y ese dinero que usted le paga a Luma, pues nos los paga a nosotros, con un contratito ¡de 25 años! ¡Bienvenido a la hipoteca solar del cartel!

Observando publicidad reciente, ya están atacando a un segmento de abonados de menor consumo, los que andan por entre $80 y $100 de factura mensual. De pronto estos abonados pasan a pagar al cartel, por ejemplo, desde $130 ó $175 mensuales bajo la promesa de que con la medición neta, algún día recibirán un cheque (¿de Luma?) que le hará empatar la pelea.

Para el desesperado abonado de Luma, ese ofertón representa no sólo libertad y seguridad, sino una especie de venganza contra la despreciable Luma, a quien solo le va a pagar $0 o $4 al mes y enseñarle el dedo medio. Ahora su pago eléctrico va a otras manos, más amigables y modernas. Es decir, privatización dentro de la privatización. El cartel se convierte en el operador eléctrico de esos afortunados “dueños” de placas solares.

Cuando vea al Cartel defendiendo la medición neta a capa y espada, dizque defendiendo a los “prosumers”, recuerde que no es el bienestar del consumidor lo que está en juego para ellos, sino la esencia misma de su modelo de negocio, pues sin la medición neta se les hará muy cuesta arriba convencer a la gente de que acepte una segunda hipoteca a su casa y que le siga llegando cargos en la factura de Luma.

A precio de mercado competitivo real, no de cartel, un sistema de 10KW para una residencia no debe exceder los $12,000 y uno de 5KW, entre $6,000 a $8,000. Con un financiamiento cooperativista o auspiciado por el estado, el consumidor podría adquirir su instalación solar con pagos entre $80 y $130 al mes, pagarlo en unos 8 años y obtener los beneficios de la medición neta.

A pesar de que el plan estratégico del país para la transición hacia la generación eléctrica con renovables está basado en la construcción de 3,000 MW en parques solares como plantas generadoras de la red eléctrica, al día de hoy, no se ha logrado conectar a la red, más de 100 MW, con planes de activar unos 340 MW en 2026. Actualmente, según el reporte de Genera, la capacidad en plantas termoeléctricas anda por los 3,100 MW y la demanda máxima entre 2,800 y 2,900 MW. En otra entrega podremos discutir sobre este fiasco. Es gracias al Cartel que se ha dado el gran crecimiento de la energía solar en PR, enfocado en el sector residencial y comercial con instalaciones en los techos de residencias y algunos edificios comerciales (operación distribuída). Según datos de la Asociación de Energía Solar y Almacenamiento (SESA) existen sobre 160,000 hogares en PR con instalaciones solares con más de 1,200 MW de capacidad instalada. Eso representaría sobre un 12% de penetración de usuarios del negocito del cartel solar en los hogares puertorriqueños y aproximadamente 10% en capacidad sobre la demanda del país (notar que los paneles generan de 8 AM a 5 PM y esa capacidad máxima solo ocurre al mediodía, si no está nublado o lluvioso).

Según SESA, existen más de 120,000 hogares, o un 75% de la operación distribuida, que están conectados a la red eléctrica. El nubarrón que representa la reciente objeción de la Junta de Supervisión Fiscal a la ley 10-2024 es un serio reto para el crecimiento del negocio del cartel y pone al país a enfrentarse a la realidad de que sostener la estrategia de desarrollo de la energía solar en base al modelo del Cartel, nos lleva a un callejón sin salida, pues como muy bien señala la Junta, “los costos de operación y mantenimiento de la AEE recaen desproporcionalmente (sic) en los abonados que no quieren, o no pueden, participar en el programa de medición neta por su situación económica, por las características de su vivienda (alquiler o apartamento) o por alguna otra razón”.

Por ahora, la información operacional sobre la energía sobrante del consumo de las instalaciones solares residenciales en la isla es muy confusa o inexistente. Luma no provee un reporte periódico sobre la energía proveniente de los más de 120,000 abonados que tienen paneles solares instalados en sus casas y están conectados a la red pública mediante contrato de medición neta. En la exposición de motivos de la ley 10-2024 se menciona que Luma provee un informe donde se indica que más de 370 MW son generados por los clientes de medición neta sin más detalle sobre la distribución de créditos entre los usuarios. Sólo conocemos el dato anecdótico de amigos y familiares que reciben facturas de $0 a $4 dólares mensuales.

El problema subyacente para el fracaso en nuestra estrategia de cambio de la matriz eléctrica es la privatización de la AEE. Debido a que la llevaron a la quiebra abandonando su infraestructura de plantas generatrices y planta de distribución, sumado a una deuda colosal, no han encontrado quien la compre. Al no encontrar comprador, en su empeño de privatizarla a como diera lugar, por un lado, apostaron por la privatización de las plantas de generación. Para ello establecieron como política pública dejar morir las plantas existentes y reemplazarlas por nuevas plantas privadas, garantizando al inversionista privado un precio de venta a la AEE, por Kilovatio hora (KWH), fijo y subsidiado para prácticamente eliminar riesgos de inversión (¡vaya con la libre empresa que no asume riesgos!). Para ello se creó a Genera como ente operacional y administrador de estos contratos de compra de energía con el bello mensaje de que toda nueva inversión debería estar basada en fuentes renovables y que Genera se encargaría dizque de reparar el parque de plantas existentes. Por el otro lado, ya le habían otorgado a Luma el supercontrato de administración de la red de distribución eléctrica, sobre la base de que se iban a obtener jugosos ahorros al despedir a todos esos “vagos e ineficientes y sobrepagados” trabajadores de la UTIER que la perversa campaña de satanización sembró en la mente de un enorme segmento de la población. Ambas entidades, Luma y Genera, están reglamentadas por el Negociado de Energía de PR.

Ahora este modelo de privatización de nuestro servicio eléctrico nos ha metido en un callejón sin salida para lograr los objetivos del cambio de matriz hacia las energías renovables. Por el lado de la distribución, tenemos al cartel aprovechándose de la catástrofe de LUMA, endeudando a los puertorriqueños con hipotecas eléctricas de 25 años, ejerciendo la doble explotación del capital financiero sobre un país enormemente endeudado, y estableciendo un mercado de altos precios que imposibilita al ciudadano común acceder a los equipos a menos que no sea a través de la hipoteca. Peor aún, el Cartel tiene la pretensión de que el resto de los puertorriqueños que no tienen ese acceso a las placas solares, cargue con los aumentos de tarifa a los que el administrador de la red está obligado a recurrir para poder mantener los niveles de ingresos que permitan la operación rentable de la empresa, sin hablar del pago de la deuda de la AEE.

Por el lado de la generación, la construcción de parques solares ha sido un fracaso porque Genera debe pagar tarifas fijas subsidiadas a los nuevos inversionistas incrementando el costo de la producción eléctrica, y a su vez, los inversionistas de parques solares, ante las perspectivas de una red eléctrica en decrecimiento, probablemente no estén interesados en invertir en nuevos parques. “Lo mejor de dos mundos”, parafraseando a los admiradores de la colonia.

Referencias:

  1. https://bondoro.com/sunnova/
  2. https://news.bloomberglaw.com/bankruptcy-law/sunnova-bankruptcy-adds-to-puerto-rico-residents-energy-woes
  3. https://noticel.com/ultima-hora/20240418/pugna-por-medicion-neta-va-al-balance-entre-energia-renovable-en-hogares-y-la-de-gran-escala/
  4. https://aldia.microjuris.com/wp-content/uploads/2024/01/Descarga-la-Ley-10-2024.pdf
  5. https://genera-pr.com/data-generacion


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Sobre Julio Fondeur


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