A 80 años de Hiroshima

Hace años ofrecí varios cursos sobre la composición de reportajes creativos y a profundidad. Un libro obligado era "Hiroshima", de John Hersey. Sobre el mismo tema asignaba también "En Hiroshima, a un millón de grados centígrados", un reportaje de Gabriel García Márquez incluido en una conocida antología de textos periodísticos suyos publicados en la década de 1950. Este próximo 6 y 9 de agosto se conmemoran 80 años de esta tragedia que cobró la vida de más de 100 mil personas en pocos días con el saldo de cientos de miles de heridos o mutilados por el resto de sus vidas.
La suerte de seis sobrevivientes sirven de marco a Hersey para construir un relato cuyo contenido nos estremece por los innumerables detalles que componen la vida de estas personas al momento mismo de la explosión. Allí constatamos seres humanos en su sencilla cotidianidad: un café o un té a la mano, camino a la oficina o al trabajo, alguna tarea doméstica… y segundos más tarde sus cuerpos son lanzados con furia contra la pared o el suelo tras escucharse una explosión monstruosa hasta ahora desconocida e indescifrable para este mundo. Estas seis personas sobrevivieron milagrosamente y pudieron compartir su testimonio con Hersey, refúndadose así a partir de la publicación del New Yorker de 1946 una exquisita tradición de periodismo que combina creatividad y rigor.
El texto de García Márquez, en cambio, se propone una mirada global de la experiencia y los sucesos inmediatos. El secreto de su estilo periodístico se encuentra en la libertad que se permite para indentificar detalles, ángulos, claves, que componen en su conjunto un texto interesante y evocador. Su poder de atracción no descansa necesariamente en los hechos, el “cuento”, sino en cómo lo cuenta. Una cita directa del Padre Arrupe a quien ha encontrado unos diez años más tarde de la tragedia nuclear, será suficiente para adentrarnos al universo complejo del día en que fue lanzada la bomba y sus consecuencias. Vale la pena citar el primer párrafo (esas primeras líneas que en unos cuantos segundos ganan o pierden lectores):
“Un testigo presencial de la devastación de Hiroshima por la bomba atómica está desde ayer en Bogotá: el sacerdote jesuita Pedro Arrupe, quien el 6 de agosto de 1945 -primer día de la era atómica- desempeñaba el cargo de rector del noviciado de la compañía de Jesús en Hiroshima. Por ser español y ser España un país neutral, el padre Arrupe continuaba en territorio japonés después de que el gobierno del Mikado había dispuesto de todos los extranjeros originarios de países beligerantes. No había guerra en Hiroshima. Curiosamente, en una de las principales ciudades japonesas, con 400.000 habitantes, de los cuales 30.000 eran militares, no se habían conocido los estragos de una guerra internacional de seis años: una sola bomba había sido arrojada sobre la ciudad, y sus habitantes tenían motivos para pensar que se trató de un bombardeo accidental, sin ninguna consecuencia”.
Este reportaje es un buen modelo del periodismo contemporáneo latinoamericano en la medida que no hace concesiones al giro informativo fácil o de frases hechas. El diarismo noticioso se consumió por mucho tiempo en contar lo obvio; el reportaje a partir de los García Márquez, los Wolfe y los Capote convocaron una libertad de estilos que salvó al oficio del aburrimiento. Sin escamotear nada a los detalles demográficos, cronológicos, militares, científicos o técnicos, el texto de García Márquez se mueve con una cadencia y una fluidez similar al montaje cinemátografico.
A raíz de las terribles consecuencias humanas y materiales se suceden varios importantes acontecimientos: el arquitecto de la bomba se arrepiente de lo hecho, científicos que dieron lugar con las fórmulas y la ingeniería se retractan; nace un esfuerzo mundial por la coexistencia pacífica, se funda la Organización de Naciones Unidas y se aprueba la Declaración de los Derechos Humanos. Todo esto en el plazo de algunos años. Y, no lo olvidemos, en 1949 Albert Einstein suscribe un importante ensayo no solo por la Paz, sino también a favor del Socialismo.
A 80 años de las bombas atómicas y de cara a la suerte hoy de Palestina, las oleadas de hambre que se viven en varias regiones del mundo y la falta de diplomacia y sentido común de la política internacional de Estados Unidos, parecería que hemos vuelto a mirar al futuro de puntitas en la orilla, asombrados de tanto horror y tanta deshumanización.
Ante eso se multiplican los llamados a la sociedad civil, ciudadanos del mundo de todos los perfiles, a que retomen la iniciativa y se reincorpore al corazón de nuestras ilusiones y acciones la cultura de la Paz… sí, a 80 años de las bombas atómicas.
Sobre Luis Fernando Coss
Periodista y profesor de Periodismo en la Universidad de Puerto Rico.
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